Autora: Itziar Pascual
(175 pp.) – Editorial Edelvives
EL REINO HELADO ha abierto mi mente invitándola a colocarse en la piel de los que pierden la esperanza porque la guerra se la arrebata. Es la historia de dos hermanos, Nadir y Salah, el dolor de los refugiados, los recuerdos que se atropellan en la mente porque no pueden irse y porque algunos de ellos son la fuerza para seguir y los principios con los que vivir.
Campos de refugiados y hospitales, heridas que sólo pueden curarse con el tiempo y que dejarán cicatrices para siempre.
"Este es un cuaderno de memoria.
Me llamo Salah el Jamai.
Tengo nueve años y nací en Damasco.
Ahora vivo en Halmstad, en Suecia.
Vivo en una casita de niños,
una casta para niños que venimos de lejos.
Me gusta bastante el fútbol y soy delantero." (vid. pág. 12)
Estas son las primeras líneas que leemos escritas por Salah en su cuaderno de memoria. Sabremos más adelante que es una petición del doctor que le lleva en el Hospital Universitario Karolinska, en Estocolmo. Son de septiembre de 2018, han pasado casi dos meses desde que ingresó. Tiene nueve años y ya ha vivido el horror más desgarrador. Alinea sus palabras hacia la derecha.
"Pero yo estoy cansado.
No sé qué hacer para ponerme bueno.
Los pensamientos dan vueltas en mi cabeza.
Dan tantas vueltas que me marean." (Vid. pág. 17)
Adela Cortés publicó un interesante estudio sobre los niños que sufrieron la dictadura en Chile, en la actualidad trabaja en un hospital pediátrico de Madrid y con ella contacta el doctor Göran Bonregarärd que es quien lleva a Salah. "Todo comenzó en agosto con un correo electrónico. (...) Cuando vi su nombre, pensé que era una broma. Porque Göran Bonregärd es una figura de absoluta referencia. Göran Bonregärd, del área de pediatría del hospital Karolinska, de Estocolmo, quería hablar conmigo. Había leído mi artículo sobre los niños de la memoria de la dictadura chilena. Quería que formara parte de un grupo de trabajo internacional, con miembros de distintos centros universitarios de toda Europa, para sacar adelante un y que yo estuviese en ese equipo." (vid. pág. 23).
Volará a Estocolmo para ser parte del equipo que estudia los síntomas de apatía, enfermedad crónica, desilusión... Lo que han dado en llamar SÍNDROME DE RESIGNACIÓN y que "ha aparecido entre niñas y niños procedentes de distintos países. Los primeros llegaron a Suecia con la crisis de los antiguos países soviéticos; otros, de la desaparecida Yugoslavia en los años de guerra en los Balcanes. Luego arribaron algunos yazidíes, kurdos miembros de una religión minoritaria procedentes del norte de Irak, que huyen de la amenaza del Estado Islámico, y ahora sobre todo son sirios." (Vid. pág. 27).
"Las niñas y los niños que padecen el síndrome de resignación son hijos de la huida y el exilio. Han escapado de algún lugar del mundo, han atravesado fronteras, continentes, han huido de los militares, de los fanatismos religiosos y étnicos, de los desastres medioambientales, del hambre, de la guerra, de la muerte, de la violencia de género, de los campos de refugiados desbordados, de las fronteras infinitas." (Vid. pp. 28 y 29).
Salah padecía este síndrome y en ir y venir de recuerdos siempre tenía presente el hermoso cuento del REINO HELADO que su abuela en un sueño vio y que siempre le contaba su hermano cuando él tenía miedo. " (...) 'tenemos que seguir hasta el norte. Hasta el norte, más allá del norte, en Europa, donde el cielo es de nieve y el mar es de hielo. Allí hay un reino con un enorme palacio, y una ciudad, rodeada de olas, y allí el invierno llega pronto, y la nieve lo cubre todo, y el hielo convierte en estatuas las fuentes y los tejados. Y allí hay un rey justo, que recibe a los viajeros, a los que llegamos de lejos, a los forasteros, a los que hemos perdido el camino, a los que perdimos la paz.' Es la historia que nos contó sitti Sarah. La historia que nos entregó y que prometimos no olvidar nunca." (Vid. pág. 33).
Preocupada profundamente por el sueño del que Salah no logra despertar y con la premura de la falta de tiempo pues el doctor en breve se jubilará y la suerte de todos esos pequeños puede ser la deportación a Siria, Adela le cuenta a su madre cómo va yendo todo y ella le aconseja que busque el centro de interés. Todos los niños tienen uno y ese centro es que le dará fuerzas para luchar, el que impulsará a Salah para hacerlo salir del letargo y la apatía. Es entonces que se da cuenta de que lo único que puede ayudar al pequeño es reunirse con su hermano y emprende toda una serie de investigaciones hasta que una ONG se pone en contacto con ella y le dice que Namir está en Italia.
Las historias de los tres se van enlazando. Conocemos el día a día de Nadir por las grabaciones que va dejando a Salah en la tarjeta del teléfono. Sabemos sus penurias, los engaños que casi le quitan la vida y su lucha por reunirse de nuevo con su hermano. El cuaderno de memoria de Salah y su refugio para no sufrir más y el diario de Adela. Todo ello acompañado de los recuerdos que jamás contará Salah y de los que somos partícipes: sus sueños rotos, su bicicleta, el tesoro que es una naranja...
Los dos hermanos viven por fin juntos y felices en EL REINO HELADO. Atrás han quedado sus soledades y la guerra. Logran sacar adelante el proyecto y antes de retirarse el doctor anuncia el resultado de la investigación como un rayo de esperanza y luz para todos los niños que sufren el dolor de la guerra. hay cura para el síndrome de resignación y ahora es más que nunca el tiempo para que las autoridades asuman esa responsabilidad.
Una lectura indispensable para la empatía, para comprender el dolor y desarraigo, para conectar con lo que de verdad da sentido a nuestra existencia.
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