Autor: Juan Farias
(121 pp) – Ed. EVEREST. Col. PUNTO DE ENCUENTRO, 1998
Leí este libro hace muchos años con la inmensa fortuna de haberlo hecho en la lengua en que originariamente fue escrito (gallego) y sintiendo ahora la tristeza de haberlo prestado sin que hasta la fecha haya regresado a mis estanterías.
Cuando lo vi en la biblioteca, decidí cogerlo tratando de encontrar de nuevo en sus páginas la magia que un día descubrí en él.
Sí me gustó y sí disfruté una vez más de su lectura, aunque he de reconocer que es mucho mejor leerlo en su lengua original. Los giros del idioma, las expresiones y descripciones... y ese "color, olor, sabor" de nuestra tierra con sus arraigadas tradiciones orales contadas de "avós a netos, de xeración en xeración" (de abuelos a nietos, de genereción en generación).
Colecciono puentes antiguos, con preferencia los que dejó hechos el Imperio Romano.
También colecciono historias absurdas, cuentos de borrachos y de viejos.
Lo anoto todo en libretas con tapas de hule rojo, numero las libretas y las guardo e un baúl.
Esta afición me llevó a La Puebla, que tiene puente de siete arcos y a Ciriaco, un profesor ya jubilado, que se empeña en contar esta historia de ánimas en pena y tabernas encantadas.
Con estas palabras comienza un libro dividido en once cuadernos y lleno de magia y fantasía. Poco a poco nos va desentrañando el misterio de la taberna de Suso que aparece cada 25 de julio, sólo si el año es bisiesto.
En ella, Suso, su mujer que cuenta una y mil veces más siete monedas (aunque le quites una, aunque le des otra... siempre siete) y su nieto Lelo; sufren condena perpetua por haber tratado mal a unos peregrinos que se dirigían a Compostela años atrás.
Tras la introducción, conocemos al profesor Ciriaco que, un buen día, caminando y buscando puentes, descubrió esta posada.
Transcurre el relato y vamos viendo las particulares historias de los personajes que allí se dan cita. Conocemos a Griselda, a un pintor contemporáneo de Leonardo Da Vinci, a Santiago, a unos políticos...
Magia y misterio en un libro que se lee sin apenas darte cuenta pues son pocas sus páginas y en ellas, las ilustraciones imitando bocetos en carboncillo, te hacen imaginar que estás ante un pequeño y muy especial cuaderno de viaje.
Ciriaco terminó de contar e intentó una sonrisa.
-Por supuesto no creo en nada de todo esto - dijo.
- No importa - dije.
- Sí, sí importa - dijo de pronto irritado-, si creo necedades, seré un necio. Y soy un filósofo, buen hombre.
Se fue calle abajo.
Yo tenía que hacerle dicho que todo era un cuento de fantasmas o alucinaciones. Tenía que haber sido generoso y darle lo que me pedía, pero no lo hice y lo lamento.
Todo lo que quería Ciriaco, empachado de filosofías, era que alguien le ayudara a no creer en lo que no es de sentido común.
Y justo cuando terminas estas líneas, el libro también se acaba y sientes que la posada se esfuma de nuevo, que se difumina en un paisaje de niebla y castaños tan propio de aquí. Hasta el siguiente año bisiesto, hasta el próximo 25 de julio en una condena que sí tiene principio, pero no fin.
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Como ya anuncié días atrás en Instagram, Juan Farias es uno de mis autores preferidos en lengua galega.
Espero muy pronto poder hablaros de estos tres títulos más que junto al de hoy, son para mí realmente inolvidables.
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