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Los bonsáis gigantes

Foto del escritor: bajoinfinitasestrellasbajoinfinitasestrellas

Me ha encantado esta lectura, sin poder dejar sus páginas, me ha hecho viajar a un futuro que quizá llegue si no cuidamos el planeta. La vida de los humanos será muy diferente entonces...

Abril, la protagonista está paseando por los viveros, un lugar maravilloso y lleno de vida.

"El agua se había salido del canal y parecía discurrir a su antojo por un cauce irregular, murmurando extrañas melodías, derrochándose inútilmente antes de llegar a los viveros, alimentando plantas intrusas que crecían superfluas en sus orillas, desparramándose a pesar de lo necesaria que era para nuestros cultivos programados.

Y aquella sombra que yo veía enredándose entre mis dedos, proyectándose en el suelo y sobre mí... La seguí con mis ojos aterrados hasta dar con ellos.

Eran bonsáis. Pero bonsáis gigantes, que brotaban del mismo suelo y parecían querer tocar el cielo, mientras el viento los cimbreaba a su capricho, a uno y otro lado.

Grité con todas mis fuerzas. Grité porque me parecía imposible que algo tan enorme se mantuviera en pie sin perder la estabilidad. Grité porque estaba segura de que se me venían encima, de que me aplastarían sin remisión. (Los bonsáis gigantes, pág. 10).


"Miré desconsolada a mi alrededor, conteniendo la respiración, en un vano intento de oír de nuevo aquellas voces que me habían hecho sentir que no estábamos solos, que la casa de los viveros tenía otra vida diferente a la nuestra, a la mía, a la de mis compañeras, que dormían tranquilas en el piso alto; a la de David, que me había hecho sentir la incómoda sensación de que él sabía de aquella visión mía del viejo y la joven.

No podía olvidar los ojos arrasados en lágrimas de aquella chica, porque en Lumamijú jamás nadie había llorado."

(Ibid., página 14).

Abril no sabía entonces que lo que ella había sentido como escalofriante y extraño era en realidad el mundo de antes.

"No se lo conté a nadie, me sentía tan sorprendida de que a mí, precisamente a mí, me sucediera una cosa así... Todo había sido tan instantáneo, tan repentino, y, sobre todo, tan inesperado.

Sin embargo, en ningún momento dudé de la autenticidad de lo que había visto. Había sentido tan viva la presencia del viejo y de la chica, tan palpables aquellos gigantescos bonsáis, tan nítido el color del cielo azul, que ni siquiera se me pasó por la mente la idea de que todo podía haber sido un sueño.

No podía dejar de pensar en ello, y cada vez que volvía a entrar en la casa, miraba el techo, la gran mesa alargada y el ladrillo desnivelado del suelo, como si allí estuviera toda la clave del misterio, que guardé celosamente dentro de mí, porque ¿quién lo hubiera creído?

Si la casa de los viveros siempre me había gustado, a partir de aquel día comencé a notar un sentimiento extraño, mezcla de atracción y miedo, hasta el punto de que me asustaba quedarme sola en ella."

(Ibid., página 15)

.

"Hace muchos años, se cree que unas seis generaciones anteriores a la nuestra, el mundo era enorme, tan grande que mucha gente moría sin llegar a conocerlo en su totalidad.

Yo no puedo explicarlo muy bien porque, como ya he dicho, todavía estoy en el tercer nivel y mis conocimientos son aún limitados; pero, por lo que hasta ahora he estudiado, los hombres provocaron con sus armas una gran explosión, que lo hizo desaparecer.

Sólo una parte, lo que hoy son Lumamijú y Visado, debió de lograr desgajarse de la tierra y quedó en el centro de uno de los grandes océanos, convirtiéndose en dos bellísimas islas, que son las que hoy habitamos, y que se encuentran envueltas en una bruma gris que nos preserva de la contaminación provocada por la explosión que deshizo la tierra.

Hemos necesitado que pasaran seis generaciones para que nuestra patria sea lo que hoy es: hermosa, próspera y agradable, ya que sólo una pequeñísima parte de los conocimientos, bienes y ciencia de lo que fue la tierra se salvaron con nuestro suelo, pero tuvimos la inmensa suerte de que los hombres y mujeres que vivieron aquel horror trabajaran para hacer lo que son hoy nuestras islas: un lugar de paz, donde jamás se han conocido envidias ni rivalidades, que son las causas que provocan las guerras.

Para empezar, todos nacemos con las mismas oportunidades. Es igual tener por padres a una pareja del quinto o sexto nivel que a otra del tercero, puesto que todos van a ser educados de igual modo. Cada cual según sus cualidades, y no hay nadie en Lumamijú que no tenga alguna digna de ser desarrollada.

Diré a grandes rasgos que en el primer nivel se adquiere una formación básica, y en el segundo se da una prestación también básica al país, en forma de mano de obra.

En el tercer nivel nos dedicamos a la agricultura y la ganadería. Lo llamamos el nivel de la supervivencia. Al igual que los otros dos, es obligatorio, no sólo por lo que supone de ayuda a la comunidad, sino por la necesidad de adquirir todos, sin excepción de ninguna clase, unos conocimientos que, demostrado está, fueron preciosos en su día, hace ya seis generaciones.

El cuarto nivel es el técnico, y el acceso al mismo es voluntario. Es decir, que yo puedo pasar a él si lo deseo; o puedo, con los conocimientos que ahora tengo, optar a otro puesto, que me asignaría el Consejo de las Islas; pero en uno u otro caso se me considerará ya responsable para el trabajo, e incluso para formar una familia independiente.


La constitución de la pareja es algo que se lleva a cabo con el mayor esmero, ya que, según dicen, fue con frecuencia causa de muchas desgracias y fracasos en el Gran Mundo.

El Consejo considera cada caso con gran prudencia, estudiando con interés las características de las dos personas, y sólo da el visto bueno si ve que la pareja ofrece verdadera garantía de éxito, lo que suele ocurrir casi siempre, ya que el ordenador selecciona las fichas sin el más mínimo margen de error, y la práctica demuestra que hasta hoy no se ha conocido en nuestras islas ni un solo fracaso matrimonial.

Hasta aquí, la vida en Lumamijú, ya que los otros tres niveles de nuestra formación, que en nuestras islas es permanente, se llevan a cabo en Visado, la otra isla.

Estos tres niveles son el que se encarga de impartir la enseñanza a los cuatro niveles inferiores, el de investigación y el de gobierno.


A Visado tiene acceso cualquier ciudadano que haya superado los niveles de Lumamijú, pero son pocas las personas que llegan, por el espíritu de sacrificio que eso exige."

(Ibid., pp. 22, 23 y 24).


Una vida completamente dirigida y casi sin escapatoria posible pues a todos se les había dicho que el mar estaba contaminado. Sin sol, sin cielo y lo que es aún más escalofriante: SIN LIBERTAD.

"Nuestro mar nunca había sido surcado, ya que sus aguas, pese a su indudable atractivo, estaban contaminadas. Era por eso, y no sólo por ganar terreno para las islas, por lo que lo habían rodeado de un dique, como si fuera una muralla.

Dice nuestra historia que hubo un tiempo, cuando el mundo era grande, en que los hombres abusaron de su poder, y comenzaron de forma imprudente a verter residuos en el mar, y que fue ese almacenamiento en las profundidades lo que, unido a la explosión nuclear, provocó la destrucción de la tierra. Lumamijú y Visado se salvaron, pero no el mar que las rodea, que si no fuera por la muralla, terminaría también con nosotros, ya que sus aguas son corrosivas, y cualquiera que se arriesgara a sumergirse en él sufriría horrendas lesiones. Por eso no tenemos barcos y, por supuesto, no atravesamos la muralla ni siquiera cuando bajan las aguas, por más que la playa sea incitante cuando queda al descubierto." (Ibid., página 38).


Sólo David, del que Abril se enamora y ella, viven con los ojos abiertos y son capaces de pensar y plantearse si acaso todo eso que les han enseñado es así de verdad. Estas palabras de él son clave y a la vez, tranquilidad para Abril.

"-La primera vez que te vi, sospeché que algo ocurría, pero no fue hasta aquel otro día cuando tuve la certeza de lo que habías visto. Y yo no me reí como hicieron los niños, ni pensé que estabas enferma, como creía el instructor. Lo único que sentí fue asombro, porque decías lo mismo que mi abuelo. El hablaba de un cielo azul y de unos bonsáis gigantes, a los que llamaba «árboles». Decía haberlos visto junto a la casa de los viveros, y aseguraba que antes de la gran explosión el mundo estaba lleno de ellos. A mí me gustaba escucharle. Me encantaban sus extrañas historias. Decían que estaba loco, ¿sabes? Y mi madre se enfadaba porque me llenaba la cabeza con sus fantasías y sus cuentos, por más que él dijera que no eran cuentos. ¿Comprendes ahora mi sorpresa al oírte decir las mismas cosas que él contaba? Dos personas de tan distinta edad y condición, y las dos habían visto lo mismo.

-Había una chica y un viejo, y estaban muy asustados. Querían esconder alguna cosa que alguien intentaba quitarles, algo que debía de ser muy importante.

¿No dijo tu abuelo nada de eso?

—No. Él no entró en la casa. Vio sólo los árboles, el cielo y el río, y a unas gentes consternadas porque se iba a talar el último bosque de la isla. ¿Recuerdas que tú creías haber visto una escena del futuro? No es el futuro, sino el pasado, lo que encierra la casa de los viveros, y los bonsáis no van a crecer para apoderarse del suelo. Ellos son lo único que nos ha quedado de aquellos árboles, después de que nosotros, los hombres, los despojáramos de su tierra.

-Entonces, tú me crees, ¿verdad, David? Mis padres dicen que fue un sueño, pero en realidad creo que piensan que todo lo que digo es para llamar la atención.

-¡Claro que te creo! Y estoy seguro de que también otros te han creído. Pero ¿por qué quieren ocultar que la tierra fue una vez fértil y hermosa?

Y entonces el mundo entero pareció precipitarse sobre mí, porque David, al igual que mis padres, dijo: Jamás lo cuentes a nadie. Recuerda siempre que a mi abuelo se le cerraron todas las puertas por hablar de ello. Nunca pasó del segundo nivel. Ahora está recluido en una casa de salud mental porque dicen que está loco. Y yo sé que no lo está. Pero sabe muchas cosas del pasado, y en Lumamijú es peligroso saber demasiado." (Ibid., pp. 49 y 50).

La confianza entre los dos va creciendo y ambos se sienten acompañados mutuamente mientras transcurre la vida programada y controlada en las islas. Hasta que un buen día, un terremoto hace que se derrumben las paredes del vivero y escondida en ellas, encuentran una nota del pasado que alguien dejó allí con la esperanza de que fuese encontrada.

"(...)Acaban de talar nuestro último bosque. El Consejo lo considera superfluo. Tras la obtención de tantas materias artificiales, la madera ya no es necesaria. Por otra parte, tampoco sería útil clavada en la tierra, viva... y, además, ¡los árboles ocupan sitio! El suelo es imprescindible en Lumamijú.

Cada vez somos más los que lo habitamos y estamos condenados a no salir nunca de aquí.

Pero lo peor de todo ha sido lo de los libros. Los están requisando. Dicen que forman parte del patrimonio común; pero estos días funcionan sin descanso los crematorios de la isla, y sabemos que los libros que recogen van a parar allí. Los libros son lo único que nos une y recuerda el mundo anterior.

No hay duda de que, bajo el punto de vista del Consejo, son peligrosos. Es mejor que las generaciones futuras nunca sepan que un día el hombre fue capaz de decidir su destino, que hubo árboles y que el cielo fue azul.

Mi abuelo tiene una hermosa biblioteca en su casa de campo, y hemos pensado en esconder los libros. Son seguramente los últimos que quedan en la isla. Los bajaremos a la bodega para dejarlos en el interior de las cubas. Hemos condenado la puerta de entrada, pero se puede bajar por la trampilla que hay bajo la chapa metálica de la chimenea.

Deseamos que el secreto no muera con nosotros, y soñamos con que un día los encuentre alguien que los sepa valorar y hacer buen uso de ellos. Alguien que no sólo desee vivir, sino que quiera hacerlo pensando y en libertad.

Julia"

(Ibid., pp. 74 y 75)

Si ya la lectura me había atrapando, todo lo que viene a continuación aún lo hizo más, pues vi el despertar inquieto de los dos, leyendo por la noche, descubriendo otros mundos, aquella realidad...

"—Nos han dejado vivir sin saber que han existido el sol, la luna, las estrellas. ¿Por qué?

Algo se deslizaba en un intento conseguido de rodear mi mano. La sentí dentro de la de David, y contuve la respiración al oír tan cerca de mí su voz herida:

—Y nos han negado la eternidad, porque nos han desposeído hasta de la muerte." (Ibid., página 94).


"Comenzó a entristecerme mi entorno árido, terriblemente real, y al mismo tiempo, aunque parezca un contrasentido, empecé a ser más feliz porque comencé a vivir una doble vida: la que se me ofrecía sobre el suelo de Lumamijú y aquella otra maravillosa del mundo de los libros. Fui protagonista de todas aquellas historias que leía y me rodeé de la naturaleza viva y añorada.

Pero aquello no podía durar mucho. Algunas veces pensé en qué sería de mí si, de repente, nos descubrían y nos arrebataban los libros, porque yo ya no podría vivir sin ellos.

Pero nunca pensé en que sería a David a quien perdería alguna vez. Me había resignado a no ser amada, pero nunca a dejar de verle." (Ibid., página 97).

Un buen día, David le dijo en secreto que se iba a marchar, que había visto a lo lejos un barco que pasaba una vez por semana y que nadaría hasta él. Arriesgaría todo por salir de allí, por descubrir ese otro mundo que se les habían negado. Y ella decide huir con él. Muchas horas en el agua, frío, hambre y sed. Oscuridad hasta que un sol les quemó la piel y, cuando ya no podían más... el inmenso barco, su salvación, apareció ante ellos...

......

Me ha fascinado este libro, me ha hecho pensar y sentir. Agradecer el privilegio a veces difuminado en la rutina, de ver el sol cada mañana, las estrellas, el azul del cielo. Poder disfrutar de un libro, de los árboles, de vivir en familia y poder decidir con quien formar una...

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