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Relatos con amor para corazones unidos a la razón


Autores: Rubén A. Cubas Castilla (textos) y Eduardo J. Castro (fotografías)

(121 pp) – Ed. VeredaLibros, 2017

Un índice con cuatro partes llenas de relatos, llenas de reflexión, vida y experiencias acompañadas de impresionantes imágenes, da forma a este libro que me ha sorprendido y con el que sentido y he pensado sobre temas cotidianos, sobre comportamientos, formas de ser, principios y personajes de los que me llevaría un poco o quizá un mucho. Ya lo dice la contraportada: corazón y razón.

Pensé y pienso ahora de nuevo en la cita atribuida al filósofo francés Blaise Pascal: "El corazón tiene razones que la razón no entiende". Y es que... algunas veces, el corazón tiene razones que la mente desde su visión de raciocinio no alcanza a comprender. Es lo que ocurre con el amor y con otras emociones.

Leer estos cincuenta y dos relatos y detenerme en las imágenes me ha hecho equilibrar ambos, razón y corazón de la mano, pensamiento y sentimiento. Y es que, por momentos, es necesaria la locura y el no entendimiento entre ambos para que llegue la reflexión, el sosiego, la contemplación y la armonía que hará que crezcamos, que seamos mejores personas y que nos convenzamos así de que otro mundo es posible.

"Cartas a mis iguales", "Grandes humanos", "Hechos más allá de la esperanza" y "Gracias de corazón". En estas cuatro partes, el autor recorre mundo y viaja en el tiempo, nos acerca a personajes llenos de vida en el sentido más amplio de la palabra, de juicio crítico y de sentimiento profundo. Se me hace difícil rescatar todos los fragmentos y escoger los relatos que más me han impresionado, pero no quisiera abandonar esta publicación sin mencionar algunas líneas pretendiendo así que lo leas, que te sumerjas en él, que sueñes, pienses y sientas.

En "Cartas a mis iguales" el segundo de los relatos me impactó: "Palabras de esperanza desde un presente sin futuro" pues recoge una reflexión profunda sobre el cambio en el mundo:

" Cala Humanidad, 8, 8, 2048

Querido/a amigo/a del pasado:

Te pido que no leas esta carta con indiferencia y mires a otro lado cuando termines de hacerlo. Desde tu presente podrás cambiar tu futuro con suma facilidad. No contribuyas a torturar más a la humanidad.

(...) Yo soy el único que conserva la capacidad de sentir, razonar o discernir a cerca de cualquier asunto terrenal. Ya sé que no te lo crees, pero hace más de un lustro que no me cruzo con alguien capaz de entablar un diálogo mínimamente coherente conmigo. El motivo de este distanciamiento con la sociedad comenzó hace veinticinco años, cuando, harto de tanto consumismo, tomé la acertada decisión de trasladarme a lo más profundo de la Sierra Salvaje. Un lugar incomunicado que nadie desea habitar, dotado de unas tierras perfectas para construir mi granja de autoabastecimiento.

Los avances tecnológicos penetraron de lleno en todas las vidas humanas del planeta durante mi estancia en aquel paraíso perdido. Todos, desde los habitantes de las más grandes ciudades hasta los de las minúsculas aldeas, e incluso los pocos grupos tribales que han sobrevivido a la homogeneidad global, se han interconectado en una realidad ficticia. La expansión total de las fuentes de energías renovables ha permitido la accesibilidad plena a las tecnologías.

(...) Casi nadie ríe, puesto que nada se sale del guion establecido. El conformismo, el individualismo y la comodidad han dejado el espíritu humano a merced de las máquinas, y aquí nadie ama a nadie." (vid. pp. 10 y 11).

La carta termina con la petición de que no dejemos nunca de amar, de sentir... y el deseo de que estas líneas lleguen a cuantos más antes de que sea demasiado tarde.

Tras la despedida, una cita maravillosa de Albert Einstein pone el broche de oro: "Temo el díaen que la tecnología sobrepase a la humanidad. El mundo sólo tendrá una generación de idiotas".


En "Grandes humanos", el relato de "Todos mejor que uno" conocí a un personaje que me llegó al corazón. "Pepe ´el pobre´, como le conocen en la ciudad, hila sueños gigantes cada noche en el interior de su minúscula y desvencijada morada de piedras y tejas, para despertar todas las mañanas con el propósito de cumplirlos." (Vid. pág. 28). Este relato lo he leído y he vuelto a él por su humanidad y porque en mí vive él.

En esta misma parte, en "Ocho ochos para cambiar el mundo", "Andrés Fuentes se calzaba las botas todas las mañanas con la firme ilusión de sacar a sus ocho hijos de las redes de la pobreza." (Vid. pág. 37). Su suerte cambió cuando encontró un cheque al portador con muchos ceros. Agradecido a la vida, reunió a un grupo de trabajador y junto a ellos, ideó fórmulas prácticas que contribuyesen a crear un mejor planeta. Hermoso canto a la esperanza.

Maravillosa la isla Soledad y entrañable su farero, Germán Solano que en "Soledades" nos dice: "-Yo no siento la soledad, y desgraciada aquella persona que la atesore, incluso estando rodeada de cientos de iguales en su día a día. Todo lo que contiene la isla Soledad y sus visitantes llena los huecos vacíos de mi vida. Por ese motivo, trato de ofrecer lo mejor que tengo a las personas que recalan aquí." (Vid. pág. 39).

¿Dos más? Sin duda: "El tejedor de letras" con el que imaginar otros mundos y "El pensador del ocaso" en el que su protagonista, del que  también tengo algo, recarga su inspiración en este increíble y mágico momento del día.


Sin duda, volveré a leer a Rubén A. Cubas. Su delicadeza al describir sentimientos y universos me ha hecho disfrutar enormemente de una lectura que hace pensar a la razón y emociona al alma.




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