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Reyes de la montaña

  • Foto del escritor: bajoinfinitasestrellas
    bajoinfinitasestrellas
  • 6 jul
  • 6 Min. de lectura
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Autor: Daniel Hernández Chambers

(240 pp.) – Ed. EDEBÉ. Premio de Literatura Juvenil, 2024

Diez adolescentes se enfrentan a la terrible noticia de que el mundo que conocían ha desaparecido mientras ellos estaban en una acampada en la montaña. Trepidante ritmo y duro, cruel y despiadado final que me ha mantenido alerta y en situación de peligro casi desde el inicio.

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Diez adolescentes que están en un centro de menores, comparten unos días de acampada junto a su monitor. Son días de supervivencia, de aprender a convivir, de prescindir de pantallas y estar en contacto con la Naturaleza. Eva, Francisco, Alicia, Amador, Lucas, Saray, Yasser, Paula, Germán y Tico. Todos ellos con una dura historia a sus espaldas: robos, delincuencia, estafas...

Ninguno imaginaba lo que descubrieron cuando regresaron al refugio y al ver que nadie iba a recogerles para volver al centro; los móviles que hasta entonces no tenían con ellos, mostraron la más cruel de las verdades.

"Un virus.

Al parecer, las noticias habían sido confusas al principio, y como había ocurrido de noche mucha gente no se enteró hasta el día siguiente. Miles de personas se levantaron por la mañana y acudieron a su lugar de trabajo sin ser conscientes de que el mundo había comenzado a desmoronarse. Del origen del virus no se sabía apenas nada, tal vez una inesperada mutación natural, o un escape de un laboratorio producido por un error humano, quizá un ataque terrorista. Se propagaba de formas muy variadas y actuaba con una velocidad vertiginosa que impedía su cura mediante cualquier tratamiento conocido. La gente moría el mismo día que se infectaba. Se transmitía en el aliento, en la saliva y el sudor, la tasa de mortalidad crecía hora tras hora, sin freno.

«Huimos, tenemos que huir», decía Silvia, la novia de Ramón, en un archivo de audio que había sido enviado once días antes de que él encendiera su móvil.

El llanto ahogaba por momentos su voz. «Ponte a salvo, Ramón». Once días.

¡Once!

Más vídeos. Algunos sacados de la televisión o YouTube, otros rincones del mundo sufrían igualmente el impacto del virus. Era imparable, No había espacio para tantos muertos. Se prendía fuego a edificios enteros en cuyo interior solo había cadáveres, o se los apilaba en las plazas y se rociaban con gasolina..." (Reyes de la montaña, página 27).


Asombrados y aislados, finalmente aceptaron la propuesta de Ramón, su monitor. Él bajaría al pueblo para saber más sobre la situación y para buscar ayuda. Iría solo, lo mejor es que los esperasen juntos.

Pero Ramón jamás regresó y poco a poco sus teléfonos se fueron quedando sin batería. Nadie contestaba a sus llamadas, no había internet... Aquello parecía el fin de todo.


"Antes del amanecer varios de ellos ya estaban en pie.

Se les acumulaba el cansancio, pero aun así apenas podían cerrar los ojos. Eran demasiadas las imágenes que esperaban allí agazapadas, en la cara interior de sus párpados. Imágenes de sus familias, de sus amigos, de toda la gente que conocían, incluso de otros compañeros del Centro de Menores, de Ramón, fotogramas de los horribles vídeos que habían recibido en los teléfonos móviles. Imágenes que no habían visto, pero que su imaginación les ofrecía igualmente: calles llenas de muertos, cadáveres que se pudrían al aire, ratas y aves negras que se adueñaban de las ciudades, caravanas de coches detenidos en las autopistas, farolas que continuaban encendiéndose y apagándose para iluminar escenarios dantescos que nadie veía...

Eva y Alicia fueron las primeras en asomarse al exterior y comprobar que nada había cambiado. Ambas, sin necesidad de acordarlo, fueron a sentarse en un pequeño montículo situado a unos metros de uno de los laterales del edificio.

  • Ramón no va a venir —murmuró Alicia.

  • Creo que no. Cada vez está más claro.

  • ¿Qué piensas tú?

  • ¿De qué, de por qué no ha vuelto Ramón?

  • No, si no ha vuelto es porque no ha podido. Ramón es un tío legal. Habría regresado a por nosotros

  • Si... Yo creo que está muerto."

(Ibid, página 65).


Tuvieron que organizarse para crear un campamento, buscar alimento, cocinar...


"Un hogar. (...) Eso era lo que

pretendían conseguir mientras levantaban el campamento en el mismo lugar donde lo habían hecho días atrás con Ramón. En el fondo, ninguno de ellos había tenido uno verdadero desde hacía años; para casi todos, el paso de la infancia a la adolescencia había supuesto la pérdida del hogar que antes había sido la casa familiar, porque una casa, con sus paredes y su techo, no siempre es un hogar. A veces no es más que eso, cuatro paredes y un techo.

Ahora el techo sería de lona, y las paredes serían los pinos y los robles que los rodeaban.

Su universo se había comprimido hasta quedar reducido a una montaña y un bosque. Un río cuyas aguas seguían corriendo como si nada hubiera sucedido. Poco más.

Yasser, Luke y Eva se fueron a cazar. Nando y Tico prepararon unas cañas de pescar con los anzuelos de Ramón, que este había dejado en su mochila al mar-charse. Los demás montaron las tiendas y encendieron una hoguera.

Esa noche cenaron mejor que en los últimos tres días. Cazaron dos conejos y pescaron también..." (Ibid, página 77).

Más de un año había pasado ya...

"Ya nadie contaba las marcas que Paula había hecho en el árbol del calendario, ni siquiera ella se acordaba de hacer una nueva cada día. Lo que sabían con certeza era que el otoño ya había empezado, pues las temperaturas habían bajado de manera considerable y las lluvias eran bastante frecuentes, aunque, por suerte, no solían durar mucho ni eran tampoco muy intensas. En cambio, no tenían ni idea de en qué día de la semana se encontra-ban. En realidad, eso no les importaba. Pensaban que, si la civilización de los hombres había desaparecido casi de la noche a la mañana, poca trascendencia podía tener el hecho de que hoy fuera jueves o lunes.

Tampoco el año tenía relevancia. De hecho, Tico comentó que tal vez convendría crear un nuevo calen-dario. Lo dijo una de tantas noches en torno a la ho-guera, que era el momento en que el grupo conversaba sobre todo tipo de temas, y a pesar de que su intención era más bien humorística, la idea suscitó un debate que concluyó con el acuerdo de que se hallaban en el Año

I de una nueva era.

  • El Año I de los Diez - dijo Luke, volviendo a su pensamiento de que, si se habían salvado, era porque había algo especial en ellos.

  • Los Diez del Bosque —añadió Tico. (Ibid, página 124).


Pero el cansancio, la desesperación y las rivalidades en el grupo hicieron que se separasen en dos y lo peor fue aún más allá, se destruyeron unos a otros. Eran los únicos habitantes y no supieron mantenerse unidos, luchar juntos, sobrevivir aunando esfuerzos...

Unos por accidente y otros asesinados a manos de quienes habían sido compañeros. Sólo quedaron dos y un silencio que me congeló el alma.


"Durante varios días que parecieron repetirse de forma casi idéntica, reanudaron lo que habían estado haciendo en los últimos meses: pescar, cazar algún que otro conejo despistado, continuar con la construcción de la empalizada, más que nada para mantenerse ocupados.

Después de esa monótona sucesión de jornadas que no se molestaron en contar, una mañana se percataron, como quien despierta de un largo sueño, de que el sol brillaba con más fuerza. Ya apenas quedaba nieve en los picos más altos. El aire olía distinto.

La primavera se hallaba a la vuelta de la esquina.

Subieron a un punto elevado del terreno y se sentaron a contemplar su mundo. La montaña.

Lobo y Gacela los acompañaron.

—Vamos a tener que hacernos a la idea de que estamos solos —murmuró Nando—. Quedamos tú y yo, nadie más.

Algún tipo de pájaro alzó el vuelo desde la copa de un árbol cercano y al poco desapareció entre las ramas de otro.

—Si es así, vas a tener que cambiarte el nombre.

El chico la miró extrañado.

-¿ Qué?

—Que vas a tener que cambiarte el nombre. Yo soy

Eva. Tú tendrás que ser Adán."

(Ibid, página 238).

.

¿Hasta dónde es capaz de llegar el egoísmo del ser humano? ¿Es posible que no haya entendimiento aún sabiendo que sólo quedaban ellos sobre la faz de la tierra?




 
 
 

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