Ben en el mundo
- bajoinfinitasestrellas

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Autora: Doris Lessing
Título original: Ben in the World
(269 pp.) – Ed. Punto de Lectura., 2008
En abril de este mismo año leí el libro que antecede al que hoy recomiendo: El quinto hijo y ya tenía en mi estantería Ben en el mundo. Lo comencé con una extraña emoción que deseaba saber qué le había ocurrido y cómo continuaba una vida que me desgarró por entero el corazón. Al poco, tuve que abandonarlo y ha sido en esta semana cuando decidí saber el final y conocer toda la verdad.

Ben tiene dieciocho años y vive con la señora Biggs que le ofrece un techo y el amparo y atención que nunca ha recibido. Se preocupa y lo cuida y él, a su extraña manera se deja cuidar. Ella, ante una situación económica complicada y preocupada por el futuro del chico cuando ya no esté, le repite la importancia de saber quién es y de dónde viene.
"—Sí. Tengo dieciocho años —contestó.
Lo sabía. Había ido a ver a su madre hacía tres inviernos —no se quedó en casa porque había llegado su aborrecible hermano Paul-y ella le había escrito en una tarjeta con letras grandes:
«Te llamas Ben Lovatt.
Tu madre se llama Harriet Lovatt.
Tu padre se llama David Lovatt.
Tienes dos hermanos y dos hermanas: Luke, Helen, Jane y Paul. Los cuatro son mayores que tú.
Tienes quince años».
Y en la otra cara de la tarjeta había escrito:
«Naciste en ....
Tu domicilio es...» (Ben en el mundo, página 13).
...
" La anciana sabía que no era humano:
«No es uno de nosotros», se decía. Quizá fuera una especie de yeti. Lo había visto por primera vez en un supermercado merodeando —no había otra forma de expresarlo— mientras intentaba echar mano a las barras de pan. Había tenido una visión fugaz de él entonces, el hombre salvaje, y no la había olvidado. Era una explosión controlada de necesidades, frustraciones y apetitos imperiosos, y ella lo sabía incluso cuando le dijo al encargado: «Tranquilo, viene conmigo». Le dio un bollo que acababa de comprarse para el almuerzo y ya se lo estaba comiendo cuando le sacó del lugar. Se lo llevó a casa y le dio de comer. Y lo lavó, aunque aquella primera vez había protestado. Observó su reacción ante un poco de fiambre: fue muy inquietante; pero había comprado carne extra para él. Era muy diferente precisamente en eso; nunca se saciaba de carne, por mucha que comiera." (Ibid., páginas 26 y 27).
Tras morir la anciana, Ben estuvo con otras personas, sin rumbo, perdido, hasta que conoció a la joven Rita. Una prostituta con a que comenzó una relación que se vio truncada porque ella y Johnston, su proxeneta, planean aprovecharse cruelmente de él haciendo que lleve droga a Niza.
"Aquella noche, a última hora, cuando sus últimos clientes se habían marchado y los conductores del servicio de taxis se habían ido a casa, cuando era más día que noche y Ben estaba acurrucado en un portal de Covent Garden, Rita preguntó a Johnston qué le tenía destinado a Ben. Cuando se lo explicó se puso furiosa e intentó pegarle, pero Johnston le agarró por las muñecas y le dijo:
—Cállate. Ya verás como sale bien.
Johnston planeaba que Ben pasara cocaína
-«Un pastón, Rit, millones»— a Niza, pero no escondida en absoluto, sino en bolsas de viaje corrientes, debajo de una capa de ropa.
¿No te das cuenta, Rit? Ben es tan alucinante que los narcos tendrán suficiente con intentar entenderlo, no les quedará tiempo para nada más.
-Y cuando entre en el país, qué?
-¿Por qué te preocupa? ¿Qué es para ti?
Un macho rudo, eso es todo.
—Me da pena, no quiero que le hagan daño." (Ibid., página 81).
El dramatismo de viajar a un país extranjero del que no sabía nada ni conocía el idioma, el verse solo con Richard y después, a los pocos días, abandonado también por éste... Va haciendo que Ben sienta cada vez más la soledad.
"La anciana había desaparecido; y también Rita, y Johnston. En aquel mundo de bancos de parque, portales y estaciones de ferrocarril en el que él había vivido, una persona podía acurrucarse a tu lado y pasar toda la noche tan cerca de ti que sentías el calor reconfortante de su cuerpo y luego, por la mañana, desaparecía y no volvías a verla nunca. Se sentía tan perdido, tan ingrávido y desligado de todo, que podía caer al suelo o flotar por la habitación. Pero tenía alojamiento allí: la habitación estaba pagada por otras dos semanas. Podía quedarse escondido en aquella habitación; podía salir a las calles por las que había paseado con Richard. Y tenía hambre. Richard le había dicho que llamara al servicio de habitaciones si le resultaba difícil desenvolverse fuera.
Pero todo lo que no había hecho nunca por sí mismo le parecía una trampa en la que podía caer y enredarse. En el vestíbulo, devolvió la sonrisa a las recepcionistas y se fue al café. Se dirigió al que más conocía. El camarero le sirvió lo que tomaba siempre: un filete y luego algo de fruta.
Richard le había enseñado a pagar las facturas y dejó la cantidad que le había indicado el camarero, en inglés, pero se dio cuenta de que era más de lo que le había cobrado las otras veces. Fue al mercado. " (Ibid., página 120).
Tras irse Richard, Ben se queda solo en el hotel y es allí donde un día conoce a un director de cine que se lo llevará a Río de Janeiro con la idea de hacer una película sobre él. Mas la empresa no tiene éxito y Ben vuelve a estar solo y sentirse incomprendido. Nuevamente lo llevan con engaños a un lugar muy lejano donde le dicen que hay más como él y esto aviva una esperanza en su roto corazón.
"Antonio conocía Las Jaulas mejor que Alfredo. Le había explicado que necesitarían unas buenas
tenazas y que lo primero que tenían que hacer era cortar el cable de la alarma, que estaba conectada al edificio principal, donde había un vigilante toda la noche. ¿Qué se proponía hacer Alfredo después de eso? Se lo explicó. Antonio le dijo entonces que tenía que incluirle en cualquier plan de huida porque sin duda se quedaría sin el trabajo conseguido hacía tan poco tiempo.
Teresa y Alfredo hablaron entonces de los planes. Creían que si conseguían sacar a Ben de Río, no los perseguirían. Alfredo le dijo que si les perseguían, tendrían que avisar a los representantes británicos en Río. Teresa le escuchó con atención mientras le explicaba que podían proteger a los ciudadanos que estaban en otros países del daño que pudieran hacerles los nacionales. Nunca se le había ocurrido pensar que un gobierno se interesara hasta ese punto por una persona insignificante como ella misma. Pero tenían que habérselas con un loco, el profesor estadounidense. " (Ibid., página 218).
Objeto de estudio para la ciencia, apenas un salvaje encerrado en una jaula de la que es liberado sólo para mostrarle unas antiguas pinturas en una roca de otros que eran como él.
Fue precisamente allí, tras ver aquello, cuando ya no pudo más y se precipitó al vacío dejando unas terribles palabras pronunciadas por Teresa quien hasta entonces se estaba preocupando por él. Las dolorosas palabras no hacían más que transmitir la liberación total al haberse muerto.
.
Me produce sentimientos perturbadores escribir sobre Ben, pensar en él como un ser condenado desde la cuna. Monstruo para unos, eslabón perdido para otros, salvaje y animal. Y al mismo tiempo... víctima de todos los demás quienes demostraron con creces ser infinitamente peores que él.
.

Ambas lecturas creo que no las olvidaré jamás por su inquietante trasfondo, por la crueldad implícita hacia quien es diferente y por esa naturaleza tan salvaje y animal que se personifica en Ben y en todo lo que le rodea.
Te dejo aquí el enlace a la publicación del primero de los títulos: EL QUINTO HIJO



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