Esta capilla tan preciosa descansa a la sombra de un robledal con cientos y cientos de años de vida.
Encontrarla fue uno de esos descubrimientos increíbles que, como muchas veces he dicho, sólo ocurren cuando tomas un desvío y tu alma curiosa sigue a ese reclamo que desprenden los lugares con encanto. Y... en esta ocasión, la magia del lugar nos regaló a mi madre y a mí una serenidad y armonía que aún hoy sentimos al evocar su recuerdo. Si sigues leyendo verás que poco a poco, sus imágenes y el dibujo de las palabras y las letras... te llevarán hasta allí.
Su construcción es sencilla. Sólo tiene una nave y un ábside rectangular que llega en su parte exterior a una especie de cobertizo que la hace, si cabe, aún más especial.
Imagino a los lugareños cobijándose bajo su techo al salir de misa. Quizá fuese invierno y lloviese, o tal vez el caluroso sol de julio concediese una dulce tregua bajo el fresco de su sombra.
Siempre tengo en mente, por lo que he vivido y leído, la alegría y el encuentro que ofrecen esos momentos, la charla distendida entre vecinos que quizá no hubiera podido darse durante la azarosa semana, pues todos andarían ocupados con las tareas del campo, el cuidado de los animales... y el domingo, día de fiesta, dibuja como nunca escenas costumbristas tan nuestras como la mirada atenta y seria de los robles que abrigan la capilla.
La cubierta tiene dos alturas y es a dos aguas, hecha la misma con teja del país y encontrándose actualmente en perfecto estado de conservación.
Lástima no poder visitarla por dentro, habrá que esperar al día de su romería, tal vez... Me entristece que cada día más y más iglesias y capillas estén cerradas. Pienso que siempre deberían tener sus puertas abiertas y nosotros así, encontrar abrigo para el alma y deleite en su Arte. Mas también comprendo que, desgraciadamente, muchos lugares han sufrido saqueos y vandalismo. Viene con frecuencia a mi mente lo ocurrido en el Monasterio de Montero... cómo pudieron llevarse tanto...
A veces, te encuentras con la fortuna de que pasa algún vecino del lugar y a él puedes dirigirte y con amabilidad te lleva hasta la casa de la persona que tiene la llave y... bueno, esos sí que son momentos inolvidables. A la emoción de descubrir el interior se suma el inmenso agradecimiento de quien con tanto orgullo y sensibilidad te lo muestra.
Los muros, como en muchas construcciones durante un buen tiempo, son de mampostería enlucida, excepto los del cobertizo, que están con piedra a la vista, confiriendo un aspecto rústico que parece mimetizarse con las sombras y los troncos de los árboles. Recuerdo que le envié a mi tía Pili algunas de estas fotos, ella pinta como nadie la piedra de nuestra tierra, el verde y todos sus tonos. Le dije que algún día iríamos porque sé, que en su lienzo, esta capilla cobraría todavía, una más preciada luz de la que este atardecer de otoño nos regalaba. Y mi alma volvió de nuevo a volar hacia el cielo para escuchar a mi padre hablarme de las sombras, de los juegos de los claroscuros, de la corteza del tronco y la mezcla de colores en la paleta, del baile de grises y azules...
Había llovido y la hierba estaba salpicada de lo que pensamos eran flores de azafrán... violetas y alegres. Una mariposa blanca revoloteó en ese instante jugando entre ellas, supe entonces que mi padre estaba allí con nosotras. Sentí la voz de mi madre a lo lejos, estaba por la parte de atrás y cuando me fui acercando a ella... escuché el suave murmullo del manantial y el arroyo que nutren tan fuertes robles.
Sólo se sentía paz.
Una pequeña espadaña de un sólo hueco destaca en su fachada y yo me pregunto qué habrá observado desde lo alto, cuál será su historia, su sabiduría de tiempos pasados...
Montemaior conforma un territorio con una relevante importancia histórica y religiosa. El Cardenal del Hoyo habla en 1607 de la parroquia de Santa María Magdalena de Montemaior, en la que sus frutos se dividen en "dos partes: la una, sin el Iglesario, la lleva el rector, y, la otra, el monasterio de San Martín, y por su foro, doña María Castro". También apunta el autor que, por aquel entonces existían "cuatro ermitas: Nuestra Señora, Santa Margarita, Santa Lucía y San Roque" (fragmento extraído del panel explicativo de la Xunta de Galicia y el Concello da Laracha que se encuentra frente a la capilla, así como algunos datos de interés sobre los que he podido escribir las líneas anteriores y la imagen del interior que a continuación verás).
Con la intención de algún día poderla visitar por dentro y el deseo de regresar para conocer las otras ermitas de las que habla el documento, la serenidad del lugar se queda conmigo en mi recuerdo, al igual que la luz del atardecer colándose entre las robustas y gruesas ramas de los robles.
No me cansaría jamás de admirarla, de fotografiarla y... quién sabe si algún día, movida mi mano por el viento que sopla desde el cielo, llegaré a pintarla. Algo me dice que en esos momentos... dos almas serían inmensamente felices ante el lienzo.
Aquí te dejo su ubicación. Si puedes y estás cerca... camina en silencio hacia ella, sintiendo el sonido de las ramas que mece el viento, el murmullo del agua y la serena quietud de la piedra que al escucharla, tanto nos dice.
Comments