Si entras en el Parque de la Alameda de Santiago y continúas caminando por el Paseo de la Herradura, además de las preciosas vistas a la Catedral, del saludo a la escultura de Valle Inclán y del relajante susurro de las hojas mecidas por el viento... verás un colosal eucalipto de más de 45 metros de altura y 8 de perímetro. Con sus más de 170 años fue uno de los primeros en llegar a estas tierras.
Recuerdo que escribí sobre ellos y su viaje desde tierras lejanas en la publicación dedicada a la Leyenda de Ponte do Porco. Siempre me han maravillado y, aunque aquí no son muy apreciados por su agresividad con otras especies del entorno, a mí me sigue fascinando su elegante altura que casi llega al cielo, el baile de sus hojas y su olor.
Este eucalipto, además, es especial. En su tronco corazones, nombres y bonitas palabras dan buena cuenta de las parejas que lo visitan pues dice la leyenda que, quien se quiera casar, tiene que ir a la Alameda y dar una vuelta a su tronco. Quizá sean sus hojas perennes las que auguren un amor eterno, quizá sea ese banco en forma de anillo el que sella el compromiso o... tal vez el encanto del lugar. Sea como fuere... es mi deseo que un día demos la vuelta, lo bordee junto al que sea mi eterno amor, que nos casemos y que sigamos visitándolo siempre para renovar junto a él nuestra magia, nuestras eternas promesas.
Visita e imagen tomada el 29 de diciembre de 2022
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