Autora: Ledicia Costas
(222 pp) – Editorial Anaya, 2016
Atraída por entero por la magia y la fantasía que siempre me llena de vida cuando leo a Julio Verne, este título me cautivó y también lo hizo su mágica edición. Me parece tan bonita, tan llena de color en toda esta exuberante profusión de hojas y flores, de verde y oxígeno; que mis manos y mis ojos no pueden aún dejar de recorrer su cubierta. Y si cabe, lo que aún la hace más especial... es que, si la quitas, la cubierta de tapa dura esconde una preciosa ilustración... Puro encantamiento.
Junto a mi bonita taza y a estas ramitas que, con permiso, corté al geranio limón que llena con su aroma la cocina, leer las últimas páginas fue toda una vívida experiencia de sensaciones y fragancias.
Antes de seguir leyendo, permite que me disculpe si en mis palabras estoy desvelándote parte de su contenido. Te aseguro que sus páginas van más allá de todo lo que pueda escribir, su magia es infinita y lo que transmite, inconmensurable.
"El relato que me dispongo a contar tiene como uno de sus personajes principales al escritor Jules Verne, un hombre muy singular que generaba gran expectación. Un auténtico aventurero con fama de visionario. En sus círculos afirmaban que poseía la curiosa habilidad de adelantarse a su época, escribiendo novelas en las que aparecían sorprendentes ingenios todavía sin inventar e hitos históricos que el ser humano ni siquiera estaba preparado para imaginar como realizables." (Vid.pág.11)
Con estas líneas comienza el primero de los capítulos. Tan verdaderas estas palabras y tan cercanas a mi universo literario auguraban sin duda que la historia que venía a continuación estaría llena de la magia y la fantasía que envuelve a Verne y que toca todo aquello que con él tenga que ver.
"El día 5 de junio de 1878, el Saint Michel III, capitaneado por Jules Verne, atracaba en Lisboa, desde donde seguiría su travesía. Pero esta historia no empieza ahí. Esta historia empieza seis años más tarde, el 21 de mayo de 1884, cuando el Saint Michel arribó nuevamente en Vigo, debido a una avería en la caldera.
Esta vez, Jules Verne recaló en la ciudad rodeado de un halo de misterio, sin que nadie supiese de su llegada. Su imponente barco, igual que en la primera visita, había iniciado su viaje en Nantes con destino al Mediterráneo."(Vid. pág. 13).
Según nos cuenta la narradora, ella sabía el auténtico motivo de esta segunda visita del visionario escritor: quería saber más acerca de las mujeres planta. Y así fue como acudió a la botica de Philipot, guardián de sus secretos, siendo esposo y abuelo de dos de ellas. Melisa, su mujer y Violeta, su nieta. Los tres vivían entre inventos, pócimas y deseos de descubrir todo sobre lo que pudiese ayudar a Melisa en su inminente metamorfosis. "Allí, en el laboratorio, Philipot pasaba muchas horas entre plantas, libros y brebajes. Había aprendido el oficio de boticario de su padre, siendo solo un niño, y a eso entregaba toda su vida." (Vid. pág. 25).
Philipot era uno de los guardianes y Julio Verne otro. Éste último le dijo que, a través de sus viajes, había sabido de la existencia de mujeres planta en todos los continentes y además, le contó que en los cinco, existían secretos bosques en los que ellas terminaban su transformación para vivir eternamente.
Aquella confesión disparó toda esperanza para Melisa y ambos, junto al empresario Sanjurjo, dueño de La Industriosa idearon un plan. Según el libro ancestral que ya se había convertido en una prolongación de los brazos de Philipot, ese bosque estaba bajo una de las Islas Cíes y así fue como el boticario y el escritor convencieron a Sanjurjo para que los llevase en el submarino Merveilleux Nautilus que, celosamente guardaba en secreto cuando aún no se había inventado tamaño artilugio.
"Las palabras del libro iban cobrando sentido a medida que la expedición daba un paso más. 'De las profundidades del túnel nace el bosque. Se eleva en el corazón de la isla Sur, en el punto exacto en que el conducto se abre como una flor invernal'. ¡La cueva no estaba debajo del mar, sino fuera! Siguiendo esta deducción, Sanjurjo dirigió el Merveilleux Nautilus hacia arriba, en posición totalmente vertical. Ascendieron hasta que se elevó de las profundidades, como emergen las ballenas cuando salen a respirar." (Vid. pp. 187 y 188).
Y fue así, como a través de la escotilla tomaron tierra en un lugar muy extraño que ejercía una poderosa llamada sobre Melisa, casi cubierta en su totalidad por la corteza y sobre Violeta. De lo oscuro, cuando las minúsculas luciérnagas se apagaron, emergió Azucena y el reencuentro entre ella y su madre me llenó de ternura. Ambas se abrazaron y también acogió en su brazos a Violeta y luego a su padre.
De extraordinaria belleza es el final de esta historia cuando Melisa se adentra en el bosque y su nieta, alertada por su nepheas se detiene. La pequeña criatura que acompaña a cada mujer planta hasta su total metamorfosis, sabía que aún no era su hora.
La vida continuará feliz para todos ellos, sabiendo seguro el secreto y siendo nosotros ahora conocedores del mismo gracias a Lila, la tataranieta de Violeta que es quien narra la historia.
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Esta lectura me ha fascinado y ha nutrido mi alma lectora como nutren los rayos del sol y el agua a las plantas. La ha colmado de belleza y fantasía.
Gracias Ledicia Costas por dar vida a esta historia que jamás olvidaré.
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