Autora: Victoria Holt
(439 pp) –PLANETA DE AGOSTINI, 2006
Última de las novelas de Victoria Holt que ahora mismo habitan mi biblioteca. Con ella he viajado a India, descubriendo los contrastes y la presencia anglosajona en un lugar tan diferente en costumbres, leyes y tradiciones. Una vez más, misterio y romanticismo caminan de la mano manteniendo el pulso página a página, haciendo ver el triunfo del amor por encima de cualquier dificultad.
He logrado sentir los colores y olores y hasta he sufrido con leyes tan crueles como la suttee, sobre la que he estado leyendo tras terminar el libro.
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Drusilla, huérfana de madre, vive con su padre en la rectoría y con Polly, su niñera, que es quien le da el afecto, el cariño y la seguridad que toda niña ha de tener en su infancia. Desde sus primeros años, su contacto con los Framling irá marcando su vida. La arrogante señora Harriet y sus hijos: Fabian y Lavinia.
La casa ejerce para ella una fascinación que no acierta a comprender y, aunque no es bien recibida por la caprichosa y consentida Lavinia, ella acude con frecuencia a tomar el té por deseo expreso de lady Harriet y de su propio padre, convencidos ambos de que ello será beneficioso para las los pequeñas. Una de esas tardes, el también consentido y disparatado Fabian les propone un juego: él sería el gran emperador romano y ellas debían cumplir sus deseos. Así, Drusilla, tendría que conseguir para él un exótico y delicado abanico de plumas de pavo real. Drusilla lo había visto en uno de sus juegos al escondite, cuando perdida, había llegado a la parte de la casa en la que la señorita Lucille habitaba con la mujer india que la cuidaba, Ayesha.
El haber tenido aquel abanico en sus manos, fue presagio de desgracia. La señorita Lucille le contó la maldición que acompañaba su belleza: nunca sería posible alcanzar el amor.
Pasan los días y Lavinia y Drusilla son enviadas a un internado en Meridan House. El carácter alocado de la primera y el escándalo protagonizado por su poco sentido, hace que las envíen a Château Lamason. Estando internas, Lavinia se queda embarazada y, con la ayuda de otra compañera, logran que tenga el bebé y deciden que sean Polly y Eff (su hermana) las que cuiden a la pequeña.
Todo va poco a poco enrevesándose y Lavinia, guardando todavía el secreto, se casa con el amigo de su hermano y se van a la India donde su familia tenía acciones y competencias en la Compañía de las Indias. Cuando tiene a su segundo hijo dentro del matrimonio, por consejo de Fabian, lady Harriet le pide a ella y a Alice que viajen a Bombay para cuidar a los niños y hacerles llegar una educación británica.
Altercados y convulsas revueltas entre indios e ingleses, hacen que pierdan la vida nativos y también Lavinia, que es cruelmente asesinada.
Termina el libro con el regreso de todos a Inglaterra y con el triunfo del amor entre Drusilla y Fabian, presente sin duda a lo largo de toda la novela.
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Desde siempre, la vida de Drusilla ha estado dominada por los arrogantes Framling: lady Harriet y sus hijos, Fabian y Lavinia. Precisamente, un día, mientras jugaba con estos de pequeña, Drusilla descubrió algo que marcaría su destino: un abanico de plumas de pavo real. Tras su paso por una escuela de señoritas en Francia, Drusilla ve su corazón inclinarse hacia Fabian, aunque se siente a su vez turbada por el joven Dougal, culto y para nada frívolo. Mas su destino sigue manteniéndola vinculada a los Framling y, como institutriz de la hija de Lavinia, acepta reunirse con ella en la India, país sensual y misterioso. Drusilla volverá después a Inglaterra, pero la ciega maldición del abanico indio no la abandonará tan fácilmente...
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En la publicación sobre El ópalo negro podrás conocer la interesante biografía de la autora.
Antes de despedirme, os dejo también aquí la imagen de Instagram en la que aparecen las seis novelas que estos días disfruto, ojalá os gusten.
Si ya habéis leído alguna de ellas, con agrado leeré vuestros comentarios. Gracias por estar aquí bajo infinitas estrellas.
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