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El jardín del escándalo

  • Foto del escritor: bajoinfinitasestrellas
    bajoinfinitasestrellas
  • 28 sept
  • 4 Min. de lectura
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Autora: Jennifer Blake

Título original: Garden of Scandal

(350 pp.) – Ed. HARLEQUIN IBÉRICA S.A., 1997

De una manera sutil, las páginas me fueron atrapando. Más que lo que fuera a ocurrir, en un principio, lo que más llamaba mi atención era Ivywild. Esa preciosa casa que imaginaba como en las películas con un jardín de inspiración italiana y ecos de misterio entre sus rosales, la fuente y la noche. En la mansión vivía Laurel Bancroft, de quien decían ser la asesina de su propio marido en un accidente repentino allí mismo.

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    Laurel apenas abandonaba Ivywild y no había vuelto a coger el coche desde aquel desafortunado suceso. Vivía como en una jaula entre aquellas paredes hasta que Alec llegó para ofrecerle sus servicios como jardinero.

"Ella parecía frágil y, no obstante, en su forma de dirigirse a él, a un extraño surgido de la oscuridad, había una especie de fortaleza interior. Era una mujer auténtica. Un tanto tímida, pero orgullosa hasta el punto de parecer soberbia. No era perfecta: tenía arrugas en las comisuras de los ojos y su labio superior era bastante menos grueso que el inferior. Pero era casi perfecta, tan próxima a la belleza que casi resultaba imposible dejar de mirarla.

Aquello no saldría bien. Ella no querría saber nada del nieto hippie y californiano de Callie Stanton. Él debía de parecerle un jovencito con más músculos que cerebro. Lo cual, pensándolo bien, no dejaba de tener gracia. Sin sin embargo, Alec no se reía.

Laurel se estremecía ligeramente bajo la mirada de Alec Stanton. Éste tenía los ojos muy negros; sus pupilas se extendían borrando todo color, dejando únicamente dos negros e inmóviles pozos de reflexión. Era alto y corpulento, una presencia sólida sosteniendo la noche que se agrupaba en torno a ellos. Laurel comprendió instintivamente que podría protegerla de cualquier peligro que acechara en la oscuridad. Sin embargo, no se sentía segura.

Él era demasiado grande, demasiado fuerte, demasiado rápido. Para defenderse de Sticks había utilizado algún tipo de arte marcial, ejecutada con peligrosa eficacia. Era, además, excesivamente exótico, con su pelo negro y largo atado en una coleta con una tira de cuero, con su rostro cuadrado, de rasgos duros, sus cejas y sus pestañas oscuras y espesas, y el brillo plateado del pendiente en forma de rayo que lucía en la oreja izquierda.

Iba completamente vestido de negro: botas, vaqueros y una camiseta sin mangas que acentuaba los músculos esculpidos de su torso y dejaba al descubierto la mancha multicolor del intrincado tatuaje de su hombro izquierdo, que en la penumbra parecía un dragón enroscado sobre su pectoral y alrededor de la parte superior de su brazo.

(...) Tenía cuarenta y un años; diez más que él, al menos; alguno más, quizá.

Llevaba demasiado tiempo sola, eso estaba claro. Estaba tan acostumbrada a su soledad y a su aislamiento allí, en Ivywild..." (El jardín del escándalo, páginas 10 y 11).


Comienza a trabajar para ella y los rumores sobre ambos lo llenan todo de confusión, creando la desconfianza del uno en el otro. Especialmente la de ella sobre él, pues las maliciosas voces del pueblo, capitaneadas por su suegra, ensombrecían su pasado diciendo que había engañado a la señora Chadwick para la que trabajaba, se había casado con ella y luego la había asesinado. Con su riqueza, Alec había podido convertirse en ingeniero y pagó los estudios de su hermana.

Idas y venidas, reproches y dudas mientras un bonito jardín iba cobrando forma en Ivywild al tiempo que Laurel y Alec comenzaban una bonita historia que los liberaba a ambos de los garrotes del pasado.

"Alec acabó de talar el pino, cortándolo en secciones de un metro y medio de longitud; después, llevó rodando los troncos hasta el borde del bosque, donde los colocó formando cuadrados para hacer compost. A la mañana siguiente, apareció con varios sacos de materiales para hacer piedra artificial apilados en la parte de atrás de la vieja camioneta de la abuela Callie. Laurel y él se pasaron tres días construyendo un pórtico de estilo italiano con columnas de diverso tamaño.

Al final de la semana, el jardín había empezado a adquirir su aspecto final. Los macizos de rosas de la parte delantera, en torno a la fuente, habían tomado forma con la adición de clavelinas, salvia azul y margaritas africanas, todo ello festoneado con un seto de boj. La grandes camelias y los demás arbustos plantados en los rincones de la valla añadían equilibrio y perspectiva al conjunto. Los magnolios habían sido despojados de sus ramas bajas a fin de subrayar sus augustas proporciones, y los rosales viejos de las glorietas aportaban armonía y claridad.

El lado derecho de la casa se había convertido en un rincón especial. La tapa del antiguo aljibe sostenía una colección de macetas hechas por Laurel y llenas de geranios europeos. Enfrente, a lo largo de la valla, una pérgola se arqueaba sobre un banco, y en medio del arriate de arbustos que se extendía más allá se abría un estanque rectangular, lleno de nenúfares, sobre el que caía, desde lo alto de una columna, el agua de un surtidor.

En el rincón izquierdo de la parte de atrás, el nuevo pórtico italiano señalaba la entrada a un jardín romano..." (Ibid., página 156).

Pero, proporcionalmente a la belleza del jardín, crecía la envidia a su alrededor y comenzaron a ocurrir sucesos terribles como el asesinato del perro de Laurel, la destrucción de parte de las esculturas, las cartas anónimas, los rumores... Ella, rota de dolor, le pide a él que no vuelva jamás. Pero, la verdad puede con todo y el amor mucho más y es así como una noche en la que él vuelve a la casa para hablar con ella tras haber estado separados durante días, escuchan ruidos en el jardín. Descubren a Zelda, la cuñada de Laurel, con un arma en las manos.

Todo se precipita y acaba confesando que fue ella quien ideó todo, quien quiso para siempre destruir la relación de ambos, quien se opuso desde el primer instante a la reforma del jardín... Porque... allí, ella y su madre habían enterrado a su padre tras haberlo matado.

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Obviando algunas escenas, la trama cobró interés para mí con ese giro inesperado y el saber que no querían que se removiese nada por no desenterrar un doloroso pasado que había ido dejando a su paso tantos prisioneros.



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