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La traductora



Autores: Jose Gil Romero y Goretti Irisarri

(314 pp) – Ed. HarperCollins Ibérica, S.A., 2021


Tenía unas ganas enormes de leer este libro que desde hace meses engrandece mi biblioteca... y por fin... su momento llegó. De él esperaba: sorpresa, Historia, una temática que adoro, un personaje femenino lleno de fuerza y valor, el sentir de la guerra... y todo ello y mucho más es lo que sus páginas me regalaron. Ha sido una lectura intensa en la que deseaba sólo avanzar para conocer el desenlace... leer y callejear por Madrid, vivir el dolor devastador de los bombardeos y la necesidad que deja el sinsentido de lo que no tiene explicación desde el amor a la vida.

Desde las primeras líneas Elsa me atrapó, pero no sólo ella... también Bernal y su apuesta por los principios que van más allá de banderas e ideologías.


Un maravilloso y casi esquemático contexto introduce el momento histórico y nos pone en antecedentes sobre los interminables y dramáticos ocho minutos de retraso que sufrió el tren...

"En 1931 cae la monarquía española y se instaura la II República. El rey Alfonso XIII parte hacia el exilio.

En 1936, el levantamiento de un grupo de militares contra el Gobierno republicano da paso a una guerra civil que durará tres años.

En España, el nuevo régimen del general Franco comienza la represión sobre el vencido que traen consigo todas las victorias. En Europa, Adolf Hitler arrastra a otros países hacia un conflicto internacional.

El 23 de octubre de 1940, el general Franco se traslada desde San Sebastián hasta Hendaya en tren para mantener una reunión secreta con Hitler.

El tren que transporta la comitiva llega unos minutos tarde a la cita. Nunca se da explicación oficial del retraso.

En esta novela, de la mano de la traductora Elsa Braumann, del coronel Bernal y del relojero Beaufort, se aventura lo que ocurrió en esos interminables y dramáticos ocho minutos." (Vid. pág. 11).

Dividido en tres partes: "LA CUENTA ATRÁS", "VEINTE MINUTOS PARA LLEGAR A HENDAYA" y "LA HUIDA" vivimos con cierta precipitación el encadenamiento de acontecimientos a la vez que el desencadenamiento de los mismos hasta llegar a un final que alivia el alma.

"Elsa Braumann estaba perdida en un bosque de adverbios y pronombres la noche en que la muerte llamó a la puerta. El reloj marcaba las cuatro de la mañana" (Vid. 15). Así, de esta manera tan abrupta comienza para ella todo un infierno. La policía venía a buscarla a la pequeña buhardilla que compartía con su hermana. No entendía nada. "El miedo la dejó clavada en la puerta". (Vid. pág. 16). Se la llevaron en un coche, increíble ir descubriendo ya desde el inicio cómo había quedado Madrid tras la guerra. Mi querido y conocido Madrid... hasta veía cada rincón, cada calle, cada edificio... Y así... llegaron por fin hasta la Capitanía General. Allí, el capitán la condujo por largos pasillos hasta una estancia, en ella entró el coronel Bernal "(...) se vieron rodeados por un bosque de documentos, amontonados en columnas y atados con tiras de cuero; cientos, miles de expedientes.

Fue entonces que le pidieron que tradujese un texto en alemán de unas cincuenta y nueve palabras. Hermoso, bien escrito, pensó Elsa. Tras ello, el general Moscardó se presentó y le preguntó: "Dígame, señorita, ¿tiene usted planes para estas próximas semanas?

-¿Estas semanas...? No sabría decirle. ¿Por...?

- Porque, Dios mediante, su excelencia el general Franco y Adolf Hitler van a reunirse en secreto y queremos que usted sea parte del equipo de traductores que asistirá al encuentro." (Vid. pág. 26).


"El amanecer encontró a Miquel Arnau acostado boca arriba y despierto... Se había pasado la noche saltando de pesadilla en pesadilla, visitado por los muertos de la guerra; eran aquellos sus acostumbrados sueños de tripas y sangre, tan intensos que al abrir los ojos tuvo la impresión de que la ropa le olía a pólvora." (Vid. pág. 27). Arnau será otro de los personajes clave, pero... del otro bando. Un hombre rudo al que iremos descubriendo el corazón y un buen fondo que... llegados al final, hicieron que de mis ojos brotasen las lágrimas. Hay vidas y vidas... Le llamaban "El Payés".

Baufort, el Relojero, fue a visitarle. Se conocían desde hacía tiempo... un tiempo de esos que une más allá de heridas y recuerdos, de causas comunes e ideales. Y le propuso una misión. Aunque Arnau le dijo que eso ya se había terminado... accedió. "Antes incluso de hablar con él; nada más ver el coche subiendo por el camino sabía que diría que sí a cualquier cosa que le propusiera Beaufort, a cualquier cosa que le permitiera escapar de aquella espantosa agonía." (Vid. pág. 31).


La reunión con los militares se había prolongado. Elsa salió de la Capitanía General de Madrid, como aturdida. necesitaba caminar... "La asaltaba cada frase de la información que le habían transmitido". (Vid. pág. 35) y pensó en Amelia, su hermana, sola en el hospital... Cuando llegó a él, Melita la esperaba en medio del pasillo, junto a la habitación, en una silla y tapada con una manta. Estaba en el Hospital General de San Carlos en Atocha. Leer estos fragmentos, fueron de desconsuelo para mí... sentí la desolación, el agotamiento, las malas condiciones en que se encontraban los enfermos, la falta de material, escaseaban los profesionales... "Elsa Braumann se abrió paso entre la cola de hombres. Allí se arracimaba cada mañana un ejército, antiguos soldados del régimen franquista a los que le faltaba una pierna, un brazo, un ojo, y que acudían para pedir certificaciones que les permitieran cobrar la paga de mutilado. Cada mañana, sin embargo, una monja salía a la puerta para informarlos de que allí no se dispensaban tales papeles, y la muchedumbre de muertos vivientes, abatida, iba abandonando la cola. "(Vid, pág. 36).

El doctor Ricardo quiere darle el alta a Amelia. Continúa con anemia, pero el mal mayor lo lleva dentro: la tristeza que le ha calado en lo más hondo. "Olía a sudor fermentado en aquel pasillo de servicio del hospital reconvertido en improvisado ambulatorio. Ella misma olía mal: le apestaban las axilas; olía a días sin lavarse ni peinarse; olía a enferma. A su alrededor daba todo la sensación de estar avejentado, las paredes, la gente misma. Allí, hasta los niños eran viejos." (Vid. pág. 38). El doctor le dijo que estaría mejor con su hermana en casa. A Elsa todavía le parecía ver la sangre en el suelo aquel día que volvió a cada y vio a su hermana. Una pérdida espontánea habían dicho...


Bernal fue a recoger a Elsa y tras llevarla al que sería su nuevo piso.


Habían entrado. "Las cajas con material, los relojes, las joyas, todo había sido robado hacía mucho tiempo, no quedaba nada.

(...) Eduardo Beaufort tenía veinticuatro años cuando fundó su primera joyería en Barcelona, pero a esa le siguió otra, en Segovia, y esta, en Madrid, que iba a ser la definitiva. Le gustaba el dinero, al que estaba acostumbrado desde niño pues pertenecía a una familia de posibles: de su padre había heredado el marquesado que le arrebataron los republicanos; a pesar de la victoria, el régimen de Franco no se lo había devuelto.

(...) Pero si de algo disfrutaba Beaufort era del delicado ensamblaje de los mecanismos de un reloj, diminutos, precisos, que montaba él mismo en su despachito de la joyería, recreándose en la tarea durante días y noches; le daba la impresión de que, cuando por fin andaba la máquina, le había insuflado vida; y esto le llenaba de regocijo, a él, que no había tenido hijos y que nunca los tendría. ("Vid. pp.69 y 70).

Miquel Arnau se había creado sin carencias, pero asilvestrado. Él y Beaufort eran opuestos, pero amigos. "Se habían conocido antes del 36. Catalanes y católicos los dos, monárquicos los dos; pobre uno, rico el otro. Arnau se presentó un día en la joyería, tratando de vender un reloj de incierto origen pero muy valioso, que Beaufort le compró sin dudarlo. Luego, con los años, vendrían más relojes, más tratos. En cierta ocasión el Relojero le preguntó de dónde los sacaba y, sin que Beaufort pudiera dilucidar si hablaba en serio o en broma, Arnau e respondió que del cementerio. " (Vid. pág. 75).


Paseaban el coronel Bernal y Elsa mientras hablaban de cine y literatura. A este respecto, me maravillan todas y cada una de las alusiones a actores, películas, libros, escritores (Salgari. Dostoievski, Pardo Bazán, Clarín, Pérez Galdós... )Entraron en el Café Gijón.

"Se preguntó ella cómo la vería Bernal cuando la miraba (...)

(...) De una cosa estaba segura, sin embargo: más allá de lo que pensara ella, el coronel Bernal era uno de los pocos hombres que la escuchaba, entre aquellos que había encontrado en su vida. La escuchaba, deteniéndose en ella, y le preguntaba por sus traducciones, y la leía, interesándose." (Vid. pág. 94).


Y por fin, tras un aterrizaje accidentado, el coronel Gunter Schlösser pisó suelo español. Ya instalado en el hotel "... se preguntó cómo sería el coronel Bernal, su homólogo. Habían hablado un par de veces por teléfono e intercambiado un buen número de telegramas, pero deseaba poder mirarle a los ojos. Por el protocolo que el español había preparado, y que Schlösser había leído a conciencia, podía decirse de Bernal que era un hombre inteligente y desconfiado." (Vid. pág. 103). Cuando Elsa lo conoció, no pudo soportar la repulsión que le causó ya desde el primer instante.

Elsa llegó a casa y su hermana no estaba. Sobre la mesa una nota... La habían secuestrado. Sigue entonces las instrucciones y el abogado Povedilla la lleva junto a ella, allí Beaufort le explica el motivo del secuestro. Necesitan que lleve una importante misión, de que lo haga o no, depende la vida de su hermana. Tenía que robar unos documentos que iban en el tren en un pequeño intervalo de tiempo en el que ellos lo retendrían.

Todo comienza a tomar un vertiginoso ritmo; pues Amelia, retenida por El Payés empieza a sangrar sin parar, no estaba aún recuperada del aborto. Por su parte, Elsa se encuentra en una encrucijada, quisiera contarle a Bernal toda la verdad, pero sabía que ello pondría la vida de su hermana y la suya propia en peligro... Además... uno de los maquis: el Queroseno, da el chivatazo y pone en alerta a todo el tren de la operación que se planea. Descubiertos, van cayendo uno a uno y en ambos bandos: heridos y muertos.

Elsa consigue huir y llevarse consigo los documentos que pararían las intenciones de Franco y llevarían de nuevo al rey a su puesto y logra reunirse con su hermana y El Payés, que herido de muerte, cumple su prometido y antes de fallecer, las lleva a Oporto.

De allí, tendrán que marcharse, más cuando ya van a tomar el barco... reaparece el coronel Bernal la orden de apresarla. Mandato que no cumple.

"Bernal se giró hacia sus hombres y llamó a uno de ellos, que enseguida se acercó. Elsa rezó porque no la esposaran delante de su hermana, que Amelia no tuviera que vivir con el recuerdo de verla conducida y humillada. El soldado le trajo algo a Bernal. Bernal tomó la mano de Elsa y se lo entregó a ella.

Elsa acertó a mirar lo que había en la carpeta: acompañando al número uno de la revista Primer Plano, encontró el manuscrito de los hermanos Grimm". (Vid. pág. 312).

De gran belleza son estas páginas finales del libro. Elsa logra subir al barco y no se volverán a ver. A él le pudo la promesa que le había hecho de que nada malo le ocurriría y el amor... A ella le quedaría siempre el sabor de aquel beso. Hay historias que van más alla del tiempo y que sólo saben de eternidad. 

............................

Me ha encantado. He vivido la tensión, el pulso constante, el miedo y la intriga. He aprendido sobre este momento histórico, llorado ante el desgarro de la posguerra y de la incipiente guerra.

Cómo es posible conspirar, espiar, seguir y perseguir y cómo hubo y habrá tantas personas valientes y llenas de principios que me sigan haciendo creer que otro mundo mejor es posible.

Gracias por un libro así.












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