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Una invernada entre los hielos

Actualizado: 28 mar 2023


Autor: Julio Verne

(Fue publicada por primera vez en 1855)

(117 pp.) – Editorial SUSAETA 1991


Vuelvo una y otra vez a Julio Verne, lo necesito para escapar de la realidad y lo quiero para volver a ella, a la que crea mi imaginación y recrea mi mente cuando me sumerjo en su lectura.

Esta obra no la había descubierto y, una vez más, consiguió el escritor llevarme al mundo en que está ambientada, de su pluma sentí el frío invernal, la angustia de estar atrapada bajo el hielo, la oscuridad, el silencio y la lucha contra todo aquello que me alejase de la vida, de la supervivencia.

Comienza el relato en la bonita ciudad de Dunkerque con la alegría inmensa de un padre y viejo marino, Jean Cornbutte, que irrumpe feliz en la iglesia para decirle al sacerdote que se cumplirá el matrimonio y que podrá bendecirlo como estaba previsto y esa deseado por todos. Su hijo Luis se casaría con María pues ya se avistaba la llegada de su barco, "La joven audaz".

"Cuando María terminó de arreglarse, se fueron los tres hacia donde esperaban los invitados que, a pesar de lo temprano de la hora, habían acudido puntualmente. No tardó el muelle en llenarse de gentes que felicitaban efusivamente al viejo marino, hombre querido y respetado por todos.

En una sala contigua rezaba María arrodillada, dando gracias a Dios por tan venturoso día. Iba bellamente ataviada, y todos cuantos la veían se deshacían en besos y felicitaciones." (Vid. pág. 13).

Sin embargo, esa felicidad se vio súbitamente interrumpida... "De pronto, y cuando el bergantín apenas se encontraba a tres cables de distancia, divisaron en el extremo de la cangreja una bandera negra: ¡había duelo a bordo!" (Vid. pág. 15). Cornbutte se negaba a aceptar que su hijo había muerto y dispone una expedición que parte hacia el Círculo Polar Ártico en su búsqueda y de cuya tripulación formarán parte él mismo y María.

"Tenían ante sí una larga y peligrosa travesía, y debían comprobar si el bergantín se hallaba en condiciones de emprenderla con ciertas garantías. Fidel Misonne, el carpintero de abordo, revisó concienzudamente la nave, pues las masas de hielo con las que iban a encontrarse requerían que la armazón de 'La joven Audaz' se encontrase en inmejorable estado. También fueron revisados el velamen y el cordaje.

Pero no era únicamente la travesía por mar lo que habían de tener en cuenta. Había que pensar, además, en las inmensas extensiones de tierra cubiertas por los hielos a través de las cuales tendría que viajar casi con toda seguridad. De la intendencia para ello se ocupó Penellán, que en su juventud había sido cazador de ballenas en los mares árticos. El bretón hizo acopio de mantas, ropas forradas de piel, zapatillas de piel de foca, y la madera necesaria para construir trineos." (Vid. pp 30 y 31).


Preparaban todo con ahínco para la invernada y mientras... el tripulante Andrés Vasling deseaba encarecidamente que los tres náufragos no fueran encontrados y así poder pedir la mano de María. "Todos estos preparativos concluyeron en tres semanas. El bergantín, preso entre los hielos, no podría moverse en cinco meses aproximadamente. Los marinos se dispusieron a continuar sus exploraciones aprovechando aquella quietud forzosa." (Vid. pág.56).

Tras la gran nevada, un día se encontraron sepultados. "El grito de horror de Cornbutte despertó a Missone y a Andrés Vasling. Al percatarse de la situación en que se hallaban, los dos hombres soltaron sendos juramentos.

El humo empezaba a ser insoportable, pues la nieve había obstruido también la chimenea. Tenían que apagar la estufa, o morirían asfixiados.

(...) Se encontraban en una oscuridad casi absoluta." (Vid. pág. 72).

Por fin lograron abrir un pequeño agujero por el que entró la luz. Al poco tiempo, a lo lejos, una nube de humo les llevó hasta los náufragos perdidos que con tanta esperanza ansiaban encontrar. La alegría fue inmensa para todos menos para Vasling que, apoyado por dos marineros noruegos, decidió enfrentarse a los demás. La tensión del motín se vio acrecentada por el ataque de los osos que, oliendo la comida se acercaron al lugar justo en el momento en que luchaban Louis y Andrés, muriendo este último por el ataque feroz.

Tiene un final feliz el libro, apenas empañado por la muerte por escorbuto del padre de Louis que nunca se dio por rendido sintiendo vivo a su hijo. El valor de la esperanza, la lucha por la supervivencia, la intriga y el saber convivir.






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