Autora: Danielle Steel
Traducción de José Serra Marín
(287 pp.) – Penguin Random House Grupo Editorial
Hace tiempo que este libro estaba en mi estantería, su portada me cautivó desde el primer instante y fue en este caluroso mes de agosto cuando me sumergí de lleno en sus páginas. Con un ritmo ágil, su lectura se bebió las horas del atardecer de apenas unos días.
Un terrible terremoto asola la ciudad de San Francisco, sacudiendo las vidas de sus habitantes y transformando paisajes y situaciones. Meredith White es la propietaria de la mansión que aparece en la portada. Afamada actriz, dejó su carrera hace quince años tras el fallecimiento de su hijo menor en un trágico accidente y el divorcio doloroso de su marido, también actor, a quien culpabilizó siempre de la muerte del pequeño.
Desde entonces apenas quería salir a la calle, permanecía encerrada en sus dominios con tan solo el contacto de Debbie Speck y su esposo Jack, que vivían allí, cuidaban la casa y también se ocupaban de ella.
"Tras quince años trabajando para la actriz, esta había llegado a depender por completo de ellos para protegerla del mundo exterior y atender a todas sus necesidades, que eran mínimas. No era una persona exigente, y se pasaba la mayor parte del tiempo leyendo en el estudio que había junto a su dormitorio o sentada en el jardín. Ya no recibía a nadie en casa. Durante los últimos catroce años, se había retirado del mundo y prefería llevar una vida más tranquila que la que había llevado como estrella de cine. Sin embargo, el mundo no se había olvidado de ella, y su reclusión voluntaria la había convertido en una leyenda " (Vid. Pág. 15).
"Jack y debbie se habían convertido en los guardianes de Meredith, su escudo contra las miradas indiscretas del mundo exterior, y se aprovechaban de la situación a su antojo sin que ella cuestionara ni reparara siquiera en lo que hacían. "(Vid. Pág. 21).
... Pero entonces el terremoto sacudió San Francisco y esa misma noche, también sacudió a Meredith y la hizo despertar de nuevo a la vida, abandonar la reclusión a la que ella misma se había rendido. Cuando cesaron los temblores, todos salieron a la calle por temor a que continuasen cayendo objetos y paredes. Se ocuparon, eso sí, de cerrar el gas ante posibles fugas y comenzaron a hablar entre ellos, conscientes de la fortuna de estar vivos. La casa de Meredith era con diferencia la más sólida con apenas una inapreciable grieta en la fachada, así que no dudó ni un solo instante en decirles a Andrew y Tyla Johnson junto a sus dos pequeños, al prestigioso pianista Arthur Harriman y al joven Peter Stern que se ocupaba de cuidarlo por las noches y a la joven pareja formada por el millonario Joel Fine y Ava Bates que se quedasen en ella. Allí todos estaban seguros, las paredes resistirían ante nuevas réplicas y contaban con un generador que los abastecería de electricidad y mantendría la comida de las neveras.
La convivencia y el ver la casa llena de gente, hizo que Meredith se sintiese feliz. Poder ayudar la hizo vivir de nuevo.
Mas, la sacudida no solo hizo tambalear los cimientos de las edificaciones; también sacó a la luz el engaño que tanto Debbie como Jack venían perpetrando desde hacía años, su robo a escondidas. Terminó con el sufrmiento de Tyla a manos de su esposo y afamado doctor. Cortó con la tóxica relación entre Joel y Ava e hizo, en contrapartida que Peter y Meredith encontrasen el amor. El primero en Ava, de la que quedó prendado nada más verla y la prestigiosa actriz en Charles, que curó sus heridas del pasado y la hizo confiar de nuevo.
Tiempos de cambios y un nuevo resurgir como cada vez que ocure una crisis. El poder de ayudar, de unirse a los demás en las tragedias, el poder del amor y la amistad... Y además, el regalo maravilloso de recuperar Meredith el contacto con su nieta que, para su felicidad, siguió sus pasos como actriz y ambas llegaron a rodar juntas una película.
Y es que... TODO ES POSIBLE.
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