Autora: Mónica Gutiérrez
(285 pp) – Ed.Penguin Random House Grupo Editorial, 2021
(2017, primera edición)
Esta es la segunda lectura dentro de este grupo de tres libros ambientados en librerías que compartía con vosotros hace unos días a través de Instagram y con los que estoy disfrutando de inolvidables horas. De Japón (https://www.bajoinfinitasestrellas.com/post/hôzuki-la-librería-de-mitsuko) viajamos al Londres más genuino y nos adentramos en una pequeña librería con suelos de madera y una bonita puerta azul. "Su librería ostentaba el orgulloso rótulo azul con letras blancas de MOONLIGHT BOOKS y ocupaba un viejo inmueble de dos plantas en una de las callecitas del barrio del Temple. Compartía su humilde ubicación con una zapatería masculina que había conocido tiempos mejores, allá por los años veinte del siglo pasado, y con un sastre tan anciano -extraordinariamente parecido a Mr. Magoo- que la mayoría de sus clientes ya no iban a precisar de sus servicios nunca más. Al señor Livingstone no le importaba la ubicación algo escondida de su librería, pues era un firme partidario de que las vidas sin una pizca de misterio no tienen interés.
Desde la calle, Moonlight Books era todo madera pintada de azul y pulcros escaparates. Tras los cristales enmarcados, una coreografía de novelas atraía la mirada de los transeúntes con mayor o menor éxito. (...) La puerta de librería, también de madera azul, tenía un curioso pomo en forma de pluma que los visitantes empujaban para entrar haciendo sonar unas campanillas de bienvenida de particular tañido." (vid.pág.10)
Imposible no enamorarme ya desde las primeras páginas de la historia que iba a conocer y lo que para mí es muy importante: de la forma de escribir de su autora.
Conocemos al dueño un tanto gruñón de la librería: Edward Livingstone y es inevitable empatizar a medida que avanzan las páginas con él, con su carácter conservador, su perspicacia. "Como buen librero, su Mundo era su librería; su Estado, su lectura; y su Constitución, el índice alfabético de títulos y autores que había informatizado hacía unos años pese a que era capaz de encontrar de memoria cualquier ejemplar que el cliente le solicitase, incluso en el peor de sus días." (vid. pág. 12)
Toda una vida serena y dedicada a los libros se ve sorprendentemente alterada cuando a Moonlight Books entra Agnes un día de lluvia. De aspecto frágil y delicado, Agnes es una joven arqueóloga española, sin trabajo y en busca de empleo en un Londres que no desea abandonar. Buscando refugio, llega a la que ni ella ni él sabían, sería su mejor destino. Ya llevaba tres meses buscando y su cuenta en números rojos la entristecía pues le recordaba una y otra vez el fracaso de no haber logrado el propósito con el que se bajó del avión. Cada verano se suspendían los trabajos y ella regresaba a su Barcelona natal. En Londres se había movido, había llamado a un montón de puertas, pero nadie parecía necesitar una arqueóloga.
Cuando ya casi había dado todo por perdido y la idea de tomar un avión de vuelta planeaba sobre su cabeza, decidió darle una oportunidad a la sugerencia de su incondicional amiga Jasmine y dar un largo paseo que le llevase hasta la iglesia del Temple. "Al doblar la esquina de un nostálgico edificio eduardiano alzó la cabeza enluzca del nombre de la calle. Quizás porque sus ojos se llenaron de agua, a Agnes le parecieron de un azul onírico los artesonados que enmarcaban una tienda singular. En el mismo color, un cartel blanco con letras blancas de preciosa caligrafía presidía unos escaparates de alegre iluminación que contrastaban con la inclemencia de sus pies mojados." (vid.pp.31 y 32). Y desde que entró... Edward supo que era ella la ayudante que precisaba y que su cartel en la puerta demandaba.
Sioban Clark era una editora alegre y un tanto alocada de la que el señor Livingstone llevaba perdidamente enamorado desde hacía años. Ella, el pequeño Oliver Twist, un niño entusiasmado por el universo que pasaba casi todo el día en la planta alta de la biblioteca, el eterno escritor, el sastre de la esquina, la anciana de rizos violetas al viento y John van a ser el círculo perfecto en el que Agnes encuentre su lugar, su felicidad. Todo se mueve al ritmo de una mágica rutina, es como un engranaje que funciona a la perfección y en el que cada uno cumple su papel: "-Los lunes, la señora Dresden. Los martes llegan las novedades y los proveedores (...) Los primeros miércoles de cada mes se pasa Donohue, el contable. Los viernes esto es un caos, pero no logro entender por qué. Los sábados hacemos caja (...)
-¿Y los jueves?
-¿Qué pasa los jueves? -Se detuvo un momento el señor Livingstone para coger aire.
(...) -Yo tampoco, nadie lo sabe. Es el día de los sucesos imprevistos." (vid. pp. 57 y 58)
Es tan dulce la manera en que todo va transcurriendo... Las maravillosas descripciones con las que nos acercamos a cada uno de los personajes, a la taza de té con galletas que sobre las cinco el señor Livingstone le sirve a su escritor residente, al sonido de la madera, a cada uno de los rincones temáticos que conforman la librería... que todo guarda un orden perfecto, de apacible y agradable lectura, entrañable por momentos y salpicado de variados instantes llenos de un humor inglés especial. En esa vorágine que se ve arropada por la calma de la rutina, un día desaparece de la vitrina el diario estimado de su antepasado David Livingstone: Observaciones cartográficas, zoológicas, botánicas y geológicas del sur de África (1849-1851) y todo se precipita, llega el misterio a la bonita y azul librería y es entonces que Sioban dice que pondrá al tanto a su amigo John Lookwood que, como miembro reputado de Scotland Yard, resolverá el caso sin mayor dilación. Aunque Edward era reacio, ella siguió adelante y de una forma curiosa y graciosa por la manera en que la autora la describe, el policía irrumpió en la librería inquietando a todos los allí presentes (vid. pág. 89).
Edward, Sioban y Oliver tratan juntos de recrear el momento en que pudieron sustraer el valioso ejemplar y asombrados, contemplan la hipótesis del niño quien dice que, tratándose de una tarde de lluvia, es muy probable que no quisiesen sacarlo de allí para que no se estropease por lo que... aún debía estar entre las estanterías. En su investigación, John va recreando la escena y barajando todas las posibles hipótesis. Una tarde, él y Agnes pasean por Londres al tiempo que él le pide que le cuente todos los detalles que recuerda de aquella tarde. Fueron a tomar el té al Diamond Jubilee Tea Salon y ella, asombrada ante la belleza del lugar, pareció difuminarse en unos instantes de magia, la magia que entre ambos surgió.
Con magistral elegancia, me sentí transportada al lugar, a las calles de Londres, a la estación de tren, a los jardines de Kensington... recordé la maravillosa Literatura Británica de autores como: Arnold Bennet, Virginia Woolf, D. H. Lawrence, James Joyce, Edmund Crispin, Dorothy L. Sayers, Wordsworth, Shelley, Milton, Keats... y tantos otros que parecen acompañarnos a lo largo de las páginas, personajes también de esta bonita historia.
Tras lo que ambos vivieron en el salón de té como hermosa magia, Agnes llegó por la tarde a la librería y encontró de muy malhumor a Edward. Él y el sastre (Charlie Caldecott), discutían acaloradamente pues al señor Livingstone lo habían nominado al Premio Scrooge por tercer año consecutivo (un premio otorgado al librero más gruñón del año). Sioban interrumpió entonces como una tempestad, desviando la atención de todos. Estaba feliz pues acababa de comprar los derechos para publicar las cartas de J.R.R. Tolkien.
Se acercaba la Navidad y las investigaciones de John habían ido descartando sospechosos. Ya sólo quedaba Agnes. John y Sarah hacía más de tres meses que ya no salían juntos, su relación se había ido apagando, pero ninguno daba el paso pues aquello que se empeñaban en mantener era lo que todos esperaban. Habiendo logrado el traslado a Hong Kong, ella había tomado la decisión de que... pasadas las Navidades, se lo comunicarían a sus respectivas familias.
Aunque ha habido muchos instantes que ahora citaría, muchas páginas, párrafos, líneas... no es mi empeño alargar mucho esta publicación y también deseo que si te animas a leer este inolvidable libro, puedas descubrirlos tú... Pero, sí hay unas que me permito ahora copiar:
Era una noche sin lina. El cielo londinense, excepcionalmente sin nubes, lucía suntuoso y estrellado. Al señor Livingstone le hubiese gustado recrearse en el recuerdo de otras veladas similares, cuando Sioban y él celebraban un picnic de medianoche bajo la gran claraboya piramidal de Moonlight Books. Brindaban con Moët & Chandon, se leían el uno al otro pasajes de sus libros preferidos, filosofaban sobre la vida estelar del universo y se lamentaban del cansancio que les impedía volver a aquella vida noctívaga de los veinte años. A veces, si la alineación de los astros era peculiar y la editora parecía embelesada con algún pasaje especialmente terrible de Macbeth, el señor Livingstone volvía pedirle matrimonio. (vid,. pág. 147)
Cuánto dicho en tan breve párrafo. Continúa y es tan hermoso. Para mí ha sido muy bonito ver el amor en estas dos almas, un amor que finalmente acaba en boda cuando es ella quien se lo pide sobre el jardín, en un momento inesperado, pero estoy segura que trazado en el destino del universo desde tiempo atrás. Y he querido transcribir las palabras pues son muestra de ternura, la misma con la que llegarán álos hechos que a continuación suceden.
Era la noche antes de Navidad y, aunque en la bonita puerta el cartel decía CERRADO, dentro el círculo de personas importantes para Edward brindaba celebrando las Fiestas que llegaban. En medio de la expectación, Oliver, vestido para ocasión con un pequeño esmoquin hecho a medida, le entregó un paquete al señor Livingstone. El paquete contenía el valioso ejemplar. Le pidió perdón por haberlo cogido y el librero prometió olvidar lo sucedido si a cambio traía algún amigo a la librería. Todos esperaban ya en el coche para acudir a la gala de premios cuando la señora Dresden con sus alocados rizos violetas, entra en la librería. ¡Qué maravilla sentir la relación entre ambos, la confianza total en las recomendaciones de él y la serena paciencia de Edward ante su vehemente carácter! Con dos libros como regalo por su fidelidad y como entretenimiento durante los días en que el establecimiento estará cerrado, ambos salieron de allí felices.
Al señor Livingstone se le concedió el premio en la ceremonia, salieron contentos y dejaron a Charlie y Oliver en sus respectivas casas. Sioban le preguntó a Agnes si tenía plan para aquella noche y al responder ella que no, la animó a acompañarlos a casa de los padres de Jonh, cenarían entre amigos. ¡Cuál fue la sorpresa de la joven al ver que además de sus padres, acompañaba Sarah a Jonh, pues todavía no habían hecho oficial su ruptura.
La noche se convirtió en un caos, digna de una comedia de enredo, terminó con un final más que feliz: Sioban le pidió matrimonio a Edward en Kensington Gardens tras pedirle al taxi que se desviase cuando los llevaba a Nothing Hill y John que había dejado la casa de sus padres llevándose Agnes consigo, le hizo vivir una inolvidable noche llevándola al British Museum, todo un sueño para la arqueóloga a la que amaba.
Durante las Navidades, la librería cerrada al público, seguía habitada por Oliver, Charlie y Edward. Agnes pasaba unos días con su amiga Jasmine en la casa de su abuela y su tía envuelta en una cierta melancolía hasta que John llegó a visitarla. ¡Qué cómica escena con las suposiciones de Millicent y Prudence que pensaban se trataba del nuevo jardinero! John llevaba para Agnes el recado por parte de Edward de que llamase al número que le tendía y preguntase por Alice Shawn. Un trabajo la esperaba. Volvía a la Arqueología.
Ya de vuelta en la librería: "Agnes sonrió. Se puso los zapatos, el abrigo , los guantes y la bufanda, y paseó la nostalgia de su mirada por la hermosa librería de suelos de madera y escalera de caracol.
- Aquí todo es posible.
- Encontrará su camino, Agnes. Lo tiene bajo sus pies.
El librero adivinó sus intenciones y la detuvo con un gesto. No estaba seguro de poder mantener su célebre fachada imperturbable si el hada se empeñaba en abrazarlo.
-Durante toda mi vida he estado buscando un lugar como este. Un lugar donde ser yo misma y salir, sin temor alguno, al encuentro de la felicidad.
Se ajustó la bufanda azul de John alrededor del cuello y se despidió con lágrimas en los ojos.
-Hasta mañana, señor Livingstone.
Se preguntó cuántos días más tendría el privilegio de pronunciar esas mismas palabras y salió a la calle sin mirar atrás. Apenas había dado media docena de pasos cuando escuchó la voz del librero a sus espaldas:
-Agnes.
Edward había salido de Moonlight Books. Allí quieto, en medio de la acera, bajo la suave luz de las antiguas farolas del Temple, en mangas de camisa, con su chaleco gris y la cadena de su reloj de bolsillo dibujando una sonrisa pequeñita. Agnes, que se había vuelto hacia él al escuchar que la llamaba, quiso guardarlo justo así para siempre en su memoria, pues no se le ocurría una imagen más cercana al verdadero carácter del librero que esa estampa taciturna y sobria de gentleman Victoriano. Los primeros copos de la noche empezaron a caer, suaves, perezosos sobre sus cabezas.
-Agnes -repitió Edward Livingstone-, el lugar que busca no está aáquí -hizo una pausa y le dedicó una de sus singulares sonrisas -, sino en su corazón.
Y esta vez sí, desoyendo cualquier protesta que pudiese haber pronunciado, la chica deshizo el camino que había emprendido, a través del aire moteado de blanco, se plantó frente al librero y le abrazó tan fuerte como supo." (vid. pp. 274 y 275)
Sioban y Edward de casan y a la boda acuden todos. La frágil hada que leía Peter Pan a Oliver en la buhardilla de Moonlight Books encontró la felicidad y es que... ¡acaso no es todo posible en una librería tan mágica?
Me siento afortunada por haber estado en ella, por haber viajado desde aquí junto a mi humeante té a escuchar las citas de Edward, la risa de Sioban, ver a Oliver contemplar las estrellas y a Charlie escribir siempre bajo la misma luz. A todos me los llevo conmigo y sé que siempre hay un lugar donde la magia es posible: el corazón. Ojalá este sea un bello regalo de Navidad para todos los corazones que buscan la belleza, la delicadeza y creen que todo es posible.
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Su autora: Mónica Gutiérrez Artero nació en Barcelona y es licenciada en Periodismo y en Historia. Ha sido galardonada con varios premios y menciones en consursos de narrativa breve y poesía, y desde hace unos años también escribe novelas. Además del presente, La librería del señor Livingstone, es autora de otros seis títulos: Próxima estación (2020), El invierno más oscuro (2018), Todos los veranos del mundo (2018), El noviembre de Kate (2016), Un hotel en ninguna parte (2014) y Cuéntame una noctalia (2012). Todas han recibido una calurosa acogida por parte de los lectores y cuentan con más de un centenar de reseñas elogiosas en la red. En la actualidad, desde su página personal (monicagutierrezartero.com) comenta lecturas, lleva a cabo actividades de diversa índole y recoge las opiniones de los lectores sobre sus obras. Además, colabora como articulista en otros blogs e imparte un taller de novela. (Información tomada de la primera hoja del libro).
Sin duda, leeré sus otros libros, me ha fascinado la manera de contar lo que ha sido como un entrañable cuento para mí.
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