Autora: Edith Wharton
Traducción y postfacio de Lane González-Cotta
(138 pp) – Ed. Impedimenta, 2013
Título original: The Old Maid (The Fifties)
Esta novela ha sido para mí un grato descubrimiento pues es la primera que leo de la autora y no he visto aún la película basada en ella, lo que ha hecho que todo sea nuevo para mí. Su ambientación en el viejo Nueva York de la segunda mitad del siglo XIX me llevó a sumergirme de lleno en su historia, sintiendo a cada uno de los personajes como si estuviese en la misma escena. Están tan maravillosamente definidos que, unidos a la ambientación, las descripciones, la decoración... todo, cuidado al mínimo detalle, consigue el deleite en cada una de sus páginas.
La componen dos partes a las que se añade, en esta edición, un postfacio maravilloso.
Nos sitúa la novela en el viejo Nueva York de 1850, en la ciudad vivida por la alta y despreocupada sociedad acomodada. Entre aquellas familias estaba la de los Ralston. Ellos "y sus ramificaciones ocupaban una de las áreas más extensas dentro de aquella sociedad compacta de barrios sólidamente construidos. Los Ralston pertenecían a la clase media de origen inglés. No habían llegado a las colonias para morir por un credo, sino para vivir de una cuenta bancaria." (Vid. pág. 10). Sus convicciones acérrimas fueron pasando de generación en generación al tiempo que perdieron cierto rigor llegando eso sí a la cuarta que protagoniza este momento con el mismo renombre con el que vivió toda la estirpe y gozando sin lugar a dudas del gran reconocimiento en sociedad. Es el caso del marido de Delia Ralston. Ella, Delia Lovell (también de familia notable) se había casado con James Ralston a los veinte años ocupando desde ese mismo instante el papel de adorable y perfecta esposa.
La protagonista, su prima Charlotte, iba a casarse también. "Sí: el destino de Charlotte sería idéntico al suyo. Joe Ralston se parecía tanto a su primo segundo, Jim (el James de Delia), que no veía razón para que la vida en la baja casa de ladrillo de Waverly Place no se pareciese mucho a la vida en la alta mansión de piedra oscura de Gramercy Park. Aunque el dormitorio de Charlotte seguramente no sería tan bonito como el suyo." (Vid. pág. 16) - pensaba Delia. Toda la familia hasta entonces, había vaticinado que Charlotte se quedaría soltera, mas... cuando fue presentada en sociedad, esa impresión cambió pues varios jóvenes entre los que estaba Joe Ralston, se habían fijado en ella. Pero, su destino tomó un giro inesperado y tras enfriarse en una fiesta, cayó gravemente enferma. Una fuerte tos hizo pensar que padecía la enfermedad de su padre y la enviaron a un remoto pueblo de Georgia, donde vivió en compañía de una institutriz durante un año. " A su regreso, todos percibieron un cambio en ella. Estaba pálida y más delgada que nunca, pero había una claridad exquisita en sus mejillas, tenía los ojos más oscuros y el cabello más rojo. Contribuían a su alterado aspecto unos toscos vestidos de corte cuáquero. Había renunciado a ornamentos y leontinas, llevaba siempre el mismo abrigo gris y un sombrerito ajustado y mostraba un repentino entusiasmo por asistir a los necesitados. " (Vid. pág. 19).
La abuela de Chatty que la quería y comprendía, le proporcionó algo de dinero y le cedió un espacio en las caballerizas de los Lovell donde Charlotte fue acogiendo a algunos de los niños más necesitados, transformando el lugar en una "guardería diurna". Se sentía feliz y llena de amor y entrega. "Entre ellos estaba la pequeña cuyo origen había concitado tanta curiosidad dos o tres años antes, cuando una dama embozada con velo y elegante capa la había llevado al cuchitril de Cyrus Washington, el peón negro cuya esposa Jessamine, se encargaba de la colada del doctor Lanskell, el médico con mejor reputación por entonces, estaba al tanto de las secretas historias de todas las familias desde Battery a Union Square, pero, pese al escrutinio al que le sometieron sus pacientes más inquisitivos, siempre declaró desconocer la identidad de la "dama embozada" de Jessamine. Tampoco aventuró conjetura alguna respecto a la procedencia del billete de cien dólares prendido al babero de la recién nacida." (Vid. pág. 20).
Al tiempo que crecía su dedicación a los pequeños, Charlotte Lovell para sorpresa de todos, se prometió a Joe Ralston. Mas un día, Chatty acudió a ver a su prima y ante las preguntas de ésta y sus evasivas, terminó diciéndole que ya no se iban a casar. Quería huir de las ideas de Joe... de las ideas Ralston que querían que abandonase la guardería una vez casados para dedicarse sólo a sus propios hijos. ¡Y cómo! ¿Cómo podría ella abandonar a su propia hija?
Delia que la escuchaba con atención, se sintió pálida y a punto de desvanecerse. No entendía lo que su prima le estaba contando hasta que, entre lágrimas, le dijo toda la verdad: la pequeña a la que habían abandonado junto a aquel billete, era su bebé. Ante la creciente confusión de su prima, Charlotte le confesó que también era hija de Clem Spender. El apuesto joven que había estado profundamente enamorado de Delia antes de que ella se hubiese casado. Y una noche... sintiéndose sola y desdichada Charlotte...
Tremendamente abatida y llena de profunda tristeza, Chatty se quedó en la habitación por petición de su prima Delia quien presurosa acudió a las caballerizas para ver a la pequeña, tenía que encontrarla y reconocer en ella, como así fue, los rasgos de Clem. Decidieron entonces que ella buscaría una solución para que no tuviesen que separarse.
Joe acudió a casa de Jim y se quedó a cenar. Estaba tan seguro de que su prima Delia lograría convencer a Charlotte para que se casase con él... "¡Qué sencillo resultaba..., pero las cosas no podían ser así de simples! Pasara lo que pasara, no podía consentir que Charlotte Dovell se casara con Joe Ralston. La larga tradición de honor y probidad en la que Delia había sido educada le impedía confabular en semejante plan. Se sentía capaz de concebir -ya lo había hecho- medidas descabelladas, astutas e improvisados desacatos a las normas, sutiles rebeliones contra la insensibilidad del convencionalismo social. Pero jamás podría contribuir a un engaño. La idea de que Charlotte se casara con Joe Ralston -el primo de su Jim- sin confesarle su pasado le parecía tan infame a Delia como le parecería a cualquier Ralston. Y contarle la verdad, desharía el matrimonio de un plumazo. La propia Chatty era consciente de ello. La tolerancia social no medía a hombres y mujeres por el mismo rasero, y ni Delia ni Charlotte se habían preguntado jamás el motivo: como la mayoría de las jóvenes de su clase, se limitaban a ceder ante lo ineluctable." (Vid. pág. 48).
Y fue así que comenzó el engaño que condicionaría para siempre la vida de las tres mujeres.
"-Se lo diré, Joe, y ella te lo agradecerá. Pero no servirá de nada.
-De nada? ¿Pero qué más...?
-Nada más, excepto que Charlotte ha sufrido una recaída de su enfermedad. Hoy tosió sangre cuando estuvo aquí. No debes casarte con ella.
Bueno, ya estaba hecho. Se puso en pie, temblando como una hoja, adivinando la lividez que le arrasaría hasta los labios. ¿Había actuado bien? ¿Había actuado mal? ¿Llegaría a saberlo alguna vez? " (Vid. pp. 50 y 51)
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SEGUNDA PARTE
"Con el tiempo, todo el mundo convendría en que todo apuntaba a que Charlotte Dovell sería una solterona. Había resultado obvio incluso antes de que su enfermedad hiciese acto de presencia: había cierta mojigatería en ella pese a su flamante cabellera.
(...) Ciertamente se había recuperado con rapidez, pese al desconcertante tratamiento al que la sometieron. Como todo el mundo sabía, los Lovell no podían permitirse enviarla a Italia y la experiencia anterior en Georgia no había dado buenos frutos, de modo que la despacharon a una granja junto al Hudson -un ronconcito en las propiedades de James Ralston- donde vivió cinco o seis años en compañía de una criada irlandesa y de una huerfanita. El asunto de la pequeña huérfana era otro enigmático episodio en la historia de Charlotte." (Vid. pp. 61 y 62).
Charlotte se recuperó llegando a ser una fuerte y saludable mujer madura. Cuando Jim falleció a causa de una caída de caballo, Delia acogió a ambas: a Chatty y a su hija. "La niña se llamaba Tina Lovell:
se sobreentendía vagamente que Charlotte la había adoptado. La criatura se crio en una afectuosa igualdad con sus primos Ralston, y lo mismo cabría decirse de las dos mujeres que le hicieron de madres. Pero,obedeciendo a un instinto de emulación que nadie se tomó la molestia de corregir, la niña siempre llamó "mamá" a Delia Ralston y "tía Chatty" a Charlotte Lovell. Se convirtió en una joven brillante y encantadora, y la gente se maravillaba de la suerte que había tenido Chatty al elegir un ejemplar tan interesante entre sus huérfanos." (Vid. pág. 63).
Aparece entonces en sus vidas Sillerton Jackson, un agradable y maduro soltero recién llegado de una larga estancia en París y pronto se enamora de Tina. Los dos hijos de Delia ya se había casado y ella estaba en edad de hacerlo. Ambas primas no hablaban de tal asunto, ni del pasado, aunque el mismo estuviese presente en sus mentes cada día. A lo largo de varios momentos vivimos la palpable tensión entre dos caracteres diametralmente opuestos "...cada vez que surgía alguna cuestión relacionada con Tina era invariablemente Charlotte quien se salía con la suya y Delia quien claudicaba. Era como si Charlotte, con su estrategia de pertinaz mutismo, se hubiese propuesto sacar el mayor partido de la dependencia que impedía a una mujer como Delia encararse con ella." (Vid. pág. 72).
Una tarde, sentadas ambas primas, Charlotte le preguntó a Delia si no había advertido lo cambiada que estaba Tina y le dijo ser desde que el apuesto y joven Lanning Halsey frecuentaba la casa.
"-Será duro hacerse a la idea de que Tina se case -dijo en tono afable Delia -. No sé qué vamos a hacer nosotras dos, viejas y solas en este caserón vacío... Porque entonces será un caserón vacío. Pero supongo que debemos hacernos a la idea.
-Yo ya lo hago - anunció Charlotte Lovell con gravedad. (Vid. pág. 79) Y ambas primas hablaron de ello. Cuando Charlotte le dijo que Lanning no se casaría con ella, el motivo fueron los atrapados fantasmas del pasado que hicieron acto de presencia y consiguieron salir de sus bocas. "Allí estaban las dos, encarando al fin el problema que pese a los años de silencios y elusiones había permanecido muy cerca de la superficie, como un cadáver entrerrado con excesivas prisas. Delia volvió a inspirar profundamente. Fue, de nuevo, un suspiro más bien de alivio. Siempre había sabido que sería difcícil, casi imposible, encontrar marido para Tina. Y por mucho que deseara la felicidad de la joven, cierto egoísmo furtivo le susurraba cuánto menos solitaria e insípida sería la última etapa de su vida si la joven se viese obligada a compartirla. Pero ¿cómo decirle esto a la madre de Tina? (Vid. pp. 82 y 83).
Convencida de que la mejor opción es que ella y Tina se marchen a un lugar alejado y emprendan una nueva vida... a Delia se le parte el corazón cuando escucha a su prima tal doloroso plan. Y además... le diría la verdad sobre todo el pasado. Fue entonces que Delia acudió al doctor Lanskell (que ya no ejercía la medicina) para hablarle del pasado, del momento en que acogió a Tina y también sobre sus deseos de adoptarla y darle los apellidos. Él con serenidad y conociendo el carácter, la intención y la fuerza de Delia, le contó todo, incluso le dijo que Jim lo había sabido desde el principio pues él mismo se lo había confesado cuando había acudido a verlo. Todo ello y la conversación entre ambos, reafirmó más a Delia en su empeño por adoptar a Tina, sólo le preocupaba el parecer de Charlotte.
Cuando le presentó la idea, de nuevo llegó la confrontación en las que, sin duda, me han parecido de las más duras páginas de la novela. Cargadas de fuerza, resentimiento, dolor...
"-¿Es que no comprendes, querida, lo que eso implicará? Está el dinero de mi madre... El dinero de los Lovell, no es que sea mucho, desde luego, pero Jim siempre quiso que este volviera a los Lovell. Y Delia y su hermano disfrutan de una posición tan holgada... No hay motivo para que yo no pueda dejarle a Tina mi modesta fortuna ni tampoco para que no sea reconocida como Tina Ralston.
Delia hizo un inciso.
(...) -Gracias, Delia, pero ninguna otra cosa debe derivarse de ello, excepto el hecho de marcharnos, de marcharnos ya. Estoy segura de que eso es lo que le habría parecido bien a Jim.
La señora Ralston retrocedió un par de pasos. La fría determinación de Charlotte la amilanó y fue incapaz de hallar una respuesta inmediata.
-Ah, ¿entonces te resulta más fácil sacrificar la felicidad de Tina que tu orgullo?
-¿Mi orgullo? No tengo derecho a enorgullecerme de nada salvo de mi hija. Y ese orgullo no lo sacrificaré jamás.
-Nadie te pide que lo hagas. No estás siendo razonable. Eres cruel. Lo único que quiero es que se me permita ayudar a Tina y tú me hablas como si estuviese interfiriendo en tus derechos.
-¿Mis derechos? -Charlotte acompañó sus palabras de una risa sarcástica-. ¿Cuáles? Yo no tengo derechos, ni ante la ley ni en el corazón de mi propia hija.
- ¿Cómo puedes decir algo así? Sabes que Tina te adora.
- Sí, con lastima, como yo misma solía querer a mis tías solteras. Tenía dos, ¿recuerdas? ¡Parecían bebés ajados! A los niños se nos advertía siempre que no dijésemos nada que pudiese molestar a tía Josie o a tía Nonie, exactamente igual que te escuché a ti decírselo a Tina la otra noche." (Vid. pp. 106 y 107).
¡Cuanto dolor contenido en apenas dos páginas! El sufrimiento de toda una vida y la posterior renuncia, la última claudicación de Charlotte ante la felicidad y el futuro de su hija. Me ha costado mucho seguir el argumento sintiendo únicamente simpatía por una de ellas. Ha habido momentos en los que la dulzura de Delia me trataba el corazón y otros muchos en los que la tristeza callada de Charlotte, me partía el alma.
"Tina Lovell -en adelante señorita Tina Ralston- se casaría en julio con Lanning Halsey." (Vid. pág. 109). Tina, llevaba el apellido y ante ella un futuro prometedor.
"La noche previa a la boda, Delia Ralston estaba sentada en el porche contemplando como se elevaba la luna sobre el Estrecho. Se sentía fatigada por el sinfín de preparativos de última hora y apenada al pensar en la partida de Tina. A la noche siguiente la casa estaría vacía. hasta que les llegase la muerte, Charlotte y ella se sentarían juntas y solas junto a la lámpara de noche." (Vid. pág. 116). Delia le pidió ir a la habitación para mantener la última conversación con Tina antes de que se casase, pero Charlotte se opuso y nuevamente su carácter fuerte imprimió el salón de tensión argumentando que debía ser ella, ese momento le correspondía a ella. Delia con tristeza se quedó abajo, había pasado un buen rato cuando su prima le dijo que subiese a la habitación de Tina, ella no había entrado, no había podido hacerlo. Animada y emocionada, Delia le dijo que lo haría las dos y le tomó la mano. pero, al llegar a la puerta, Charlotte le dijo que no, que ella no entraría.
El momento final de la novela con Delia y Tina hizo que la lágrimas brotasen aliviando mi corazón y sintiendo en él la generosidad de Delia y el consuelo de una madre que siempre tuvo que estar al otro lado.
"-Querida, sólo una cosa más.
-¿Sí? -murmuró Tina adormilada.
- Quiero que me prometas...
- Lo que quieras, lo que quieras, mamá querida.
- Bien, pues que al despedirte mañana, justo en el último momento, ya sabes...
- ¿Sí?
- Tras haberte despedido de mí y de todo el mundo, justo cuando Lanning te esté ayudando a subir al carruaje...
- ¿Sí?
- Que le des tu último beso a tía Charlotte. No te olvides, el último de todos." (Vid. pág. 128).
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POSTFACIO
En estas últimas páginas, Lane González-Cotta explica como a partir de la fascinación que supuso para ella la película, se decidió a leer y traducir la novela. Hace un análisis completo de los personajes y de la propia autora. Me ha gustado mucho su reflexión sobre Delia, sobre su rebeldía contra lo establecido llegando a tomar y llevar a cabo sus propias ocasiones, situándola por delante de otras heroínas decimonónicas a las que nombra. "Ni la Catherine Earnnshaw de Brontë, ni la Elizabeth Bennet de Austen, ni la Maggie Tulliver de George Eliot se atrevieron a profanar el sancta sanctorum sanctorum de la maternidad como lo hace Delia Ralston cuestionando sus supuetas bondades." (Vid. pág. 134).
Brillantes también me parecen las palabras sobre el sentido de la responsabilidad en relación a la maternidad: "En La solterona, tanto Delia como Charlotte se verán coaccionadas por disyuntivas que determinarán sus vidas, aunque las consecuencias resultarán más dramáticas en el caso de la segunda. El amor y la responsabilidad maternal rigen los actos de Charlotte, pero el obligado secretismo sobre la naturaleza del vínculo que la une a Tina la enredará en una espiral de celos y amargura." (Vid. pág. 136)
Para finalizar esta publicación, ya solo quisiera incluir algunas imágenes de la brillante Bette Davis y el cartel de la película, pero no he logrado encontrar las mismas libres de derechos de autor. Ojalá pronto pueda verla.
Y a ti, que me lees... gracias por llegar hasta aquí. Deseo sientas curiosidad por esta maravillosa novela y te decidas a conocer las vidas de estas dos mujeres inolvidables de la mano de una autora cuyo estilo me ha cautivado.
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